miércoles, 30 de enero de 2013



SE ANDAN PURO ESCONDIENDO

Por: Patán Zamoransky
FotoMarco Orihuela

Muchos de esos seres llamados “estocolmenses” se andan ocultando en sus covachas calefaccionadas por la sociedad del bienestar y calentitos allí adentro juegan a que el mundo de afuera no existe, así es fácil, mientras dure lo que dura dura, ... ¿pero de dónde proviene nuestro afán de hacernos invisibles? El ansia de escondernos viene desde que nuestros antepasados, parecidos a las ratas, corrían aterrados por túneles subterráneos mientras los dinosaurios hacían temblar la tierra y millones de años después, cuando nos humanizamos, expulsamos a los osos de sus cuevas y las decoramos con ilustraciones y en esas cuevas, al lado de una fogata, pudimos reproducir la sensación de estar escondidos en el vientre materno, flotando, inconscientes de la vida mundana. Y en esas viviendas de piedra el escondite, como una figura literaria, se transformó en una fuerza, en un impulso creador, una sombra vital, y desde ahí todo se guarda y se esconde, los trenes subterráneos se guarecen en la roca y merodean como los mamíferos jurásicos, o cuando una persona le insinúa a otra que le guarde algo o viceversa, la figura del escondite se vuelve un placer.  Pero el asunto no siempre viene bien, a veces a la gente la encarcelan por anhelar cambiar el paradigma y el escondite se torna en un castigo, escondidos de la vista pública en un hotel sin estrellas, alimentados con la más sana dieta de pan agua y duchándose sin jabón para evitar cualquier desgracia. También se adolece de libertad cuando las mamás les dicen “hasta las doce no más , mira que yo no me quedo dormida hasta que tu regresas” a sus incipientes criaturas para protegerlas de la violencia urbana y las criaturas se retuercen de las ganas de explorar la noche y se escapan por la ventana hipnotizadas por el techno y la luna llena.

          La gente se protege, tras una máscara llamada “Yo”, ocultan un vacío infinito y creen ser el “Yo”; mas ellos son aquel vacío infinito apto para ser explorado en un interminable viaje en paracaídas, no son la máscara, son el infinito.  No queremos que nadie se asome a mirar nuestro paisaje y lo cubrimos con una máscara diseñada por el país en el que nos tocó nacer, la máscara del “yo”, cual falso ícono vacío.  En el país en que nos tocó nacer nos asomábamos a la puerta con ojos vivaces, “váyase para la calle mijito que la vida está allá afuera” decían las viejas sabias que barrían la vereda para que uno no fuera a terminar pelotudo y asustándose con los automóviles y los perros nuevos. Tremendo zopenco es el que no conoce la sabiduría callejera y dichosos son los que la interpretan y que además siendo juveniles  se escondieron bajo una cama o dentro de un closet con la persona deseada y se dieron de besos, o se escondieron con la persona menos deseada, porque la oscuridad todo lo puede, y allí se  besaron mientras los sentidos se liberaron como una jauría de perros tras el zorro.

   Ahora eres mayor, siempre quisiste serlo, no reclames, los dígitos de neón brillan en la interminable noche de tu pantalla y tú te escondes de la vida adentro del fin de semana que va desde el esplendoroso Viernes hasta el Domingo. Ahí puedes ser otra persona y dártelas de artista para subir las fotos al Facebook y que todos sepan que eres libre. El Lunes temprano eres expulsado del paraíso y te estrellas contra el pavimento frente al paradero del bus, a las seis y media de la mañana los pajaritos trinan y el chofer se acerca para llevarte al trabajo. “La vida está allá afuera mijito.”

       Hubo una vez una pálida niña escondida, una niña pelirroja cuya madre había sido decapitada y esa niña supo leer el miedo y refugiada de su hermana media loca, y sin embargo al alcance de ella,  aprendió a endurecer su temple en la discreción y el estudio del latín. Cuando afuera del escondite sucumbió la tormenta la llamaron a terreno y le pusieron una corona. La pálida niña escondida, Elizabeth se llamaba, reinó con sabiduría; y con la soledad como compañera, hizo de su empobrecida isla un imperio que ni los mares detuvieron. 

        Los seres humanos vivíamos escondidos en nuestras cuevas hasta que la música nos liberó y hoy los Estocolmenses nos estamos escondiendo de nuevo, en nuestras covachas tibias, los estocolmenses treintones y cuarentones sin hijos se fondean, corren las cortinas, desconectan el celular y se ponen a ver sus seriales favoritas como si fueran drogas y se inyectan cinco capítulos seguidos directo a la vena, “Dexter”, “Juego de Tronos”,” The Big Bang Theory”, “Seven Feet Under”, “Los Archivos x”, “Los Vampiros culeadores”, etc., Usté mande, ahora tenemos la internet o compramos la serie en CD... un fin de semana de novelas filmadas para la “generación I-phone”, para la “generación I-paja”, para la “generación ay que estamos electrónicos”, y el mercado está saturado, no hallan qué vender los satanistas porque ya todos los mamíferos con zapatos tienen su celular inteligente para “dedear” matiné vermut y noche y en la casa un plasma, (eso sí nadie va al dentista porque es muy caro, tan claritos lo weones).  Escóndanse o “escondanséN” como dicen los cordobeses porque afuera les quieren vender sin vaselina, quieren puro hacer rodar sus cifras por millones en nanosegundos y especular con los valores monetarios, la droga del mundo de las finanzas al ritmo del techno-pop.  Estocolmo electrónico brilla desde el espacio sideral y los astronautas gritan “oye ven pacá, desde aquí se ve tu casa ” pero salir al espacio cuesta mucha plata, habría que arrendar el culo en Hollywood para irse de viaje en una de las naves de marca “Virgin”, ya tu sabes, la marca del tipo que comenzó haciendo casettes y ahora hace trenes y aviones con la misma marca, “Virgin”, y se fabricó un súper globo para dar la vuelta al mundo, pero cada vez que pasa por la China popular los chinos le dicen “bájate conchetumare o te bajamos nosotros” y hasta ahí llega el paseo del millonario que se esconde de su propia vida, así que no te sientas cobarde si te escondes, todos nos escondemos. Los aristócratas británicos se escondían de los tediosos años 40 en África e hicieron de Kenia el tremendo culiadero, eso sí con estilo, a las ovejas traídas de Gran Bretaña les ponían sombreros de sol y por la noche las parejas bailaban al son del vaivén colonialista y nada más al empezar a brotar la champaña las señoras se intercambiaban de maridos y al otro día nadie sabía de quién era la raja porque le daban duro al alcohol, a la cocaína, a la morfina. A los aristócratas que se fondeaban en Kenia les llamaban “la Pandilla del Happy Valley”, era que no, si lo pasaban chancho, y todo iba viento en popa hasta que un marido celoso no aguantó más las reglas del juego y le puso dos balazos en la cabeza a un dandy escocés de gran belleza y arrogancia  que por lo demás era como hacha para las mujeres mayores y para las recién casadas y  las sirvientas. No se pudo probar el crimen, pero al caballero rencoroso nunca más lo invitaron a una fiesta y murió abandonado. Su mujer se llamaba Diana Caldwell, y después del incidente le abandonó y se sintió sola; pero, no todas las chicas británicas llevan el peso de la soledad como una reina virgen, así que contrajo segundas nupcias y al aburrirse se divorció y al tiempo se volvió a casar y desgraciadamente quedó viuda y entonces la angustia la sobrellevó de tal manera que comenzó a acostarse con sus amigos y cuando los hubo probado a todos comenzó a por las amigas, y cuando se cansó de tanta actividad perniciosa comenzó a disfrazarse de hombre para que sus  delicados amigos mariconcitos la sodomizaran. Murió vieja y rica en 1987, pero para entonces los del “Happy Valley” habían pasado al olvido sin que nadie los nombrara por Londres y sin que jamás la reina los invitara a las fiestas de la realeza; y cuando estaban olvidados, y algo ocultos el palpitar de su hedonismo, recién sus hijos pudieron volver a bailar vals en los finos salones de la corona.

           El centro comercial más grande de Escandinavia se llama “Nordstan” y está ubicado en la ciudad de Gotemburgo. Para las navidades colgaban un enorme pino artificial que iba desde el techo al suelo para alegrarle la vida a los clientes, pero el enorme símbolo arbóreo era hueco por dentro, los alcohólicos lo ocupaban de hotel y los volaos se daban el lujo, y los libidinosos se entregaban a la “cochiná” de puros “marditos” que son porque en este país el sexo no está  reprimido. Y una vez fueron los guardias a ver qué secretos traía hoy el pino y se encontraron con la tremenda bacanal en donde todos los pecados anteriormente mencionados habían sido sacados a colación, cero respeto con el papá Noel, tuvieron que sacar el pino . Eso es lo que nosotros, la gente decente, nos preguntamos: “¿por qué cada vez que surge un lugar en el que se puede esconder más de una persona lo ocupan de motel parejero?” El otro día cortaron una arboleda tremenda, aledaña a un edificio por aquí cerquita, porque fumaban yerba y salía tanto humo blanco que la gente creía que habían elegido a otro Papá en Roma, o sea, paren el escándalo, ¿hasta cuándo chucha, es que no pueden dejar ni un solo puto lugar para la reflexión y la espiritualidad?, tienen que habilitarlo de opiadero o de Hotel California, o para cagar y mear. Increíble, cero respeto con la civilización Judeo-cristiana. Ahora respiremos hondo para relajarnos y pongamos música ambiental, me ponen tenso esos hedonistas incontrolables, parecen bestias sedientas de sentidos, amancillan los escondites con su sabia carnal. ¿O no? ¿O son unos activistas a favor del calentamiento global?, ¿o son, tal vez los encargados, de mostrarnos el camino de vuelta a las cuevas?                                                                                                                                              
          Nuestro deseo de ocultarnos va y viene con la ligereza de la vida, a veces nos escondemos de las voluntades de los otros. ¿Qué habría sido del austriaco Franz Reichelt, quien fue uno de los inventores del paracaídas, si le hubiese hecho caso a los demás?, a esos que le murmuraban “no, no lo hagas”. El inventor prefirió creer en sí mismo, en su propia voluntad creadora, y fue así como en un día 4 de Febrero del año 1912 saltó con su paracaídas desde la torre Eiffel y se reventó contra el pavimento, dejó en el suelo un hoyo de quince centímetros de profundidad y su paracaídas lo cubrió cual manto mortuorio. A los visionarios todo les sirve de algo. ¿Es bueno esconderse? ¿Es malo? Quién sabe, y por último a quién le importa, hay tantas maneras de fondearse como astros en una noche de parranda.                                                                                                       
          Nos agazapamos, salimos al escenario, hay atardeceres en que instamos a nuestros amigos y amigas a egresar de sus guaridas y a defender a los árboles y a los ríos y a la pacha mama, porque es el único lugar en donde nos podemos esconder del universo, de la hostil materia negra que todo lo adorna con estrellas y cometas. Aprendamos de nuestro escondite, sea este goloso, sea este taciturno, y emerjamos al infinito con estilo, como la última noche de un dandy, como la endeble seda que cubre la caída,  como la pálida niña escondida repartiendo su polen por las flores del mundo.

jueves, 13 de diciembre de 2012


…. Y otra vez se acaba el Mundo

Por: Jorge Rubio
  
Diversas interpretaciones sobre el calendario y las escrituras mayas, sugieren que la hora final está cerca, que el tiempo de este mundo acabaría, en algún momento,  entre los días sábado 21 y lunes 23 de diciembre de 2012. Querásmolo, o no, estos anuncios apocalípticos, de alguna manera, logran inquietarme.

En un momento de aquella noche, de ese día en que me puse a escribir este artículo, me asomé a mi ventana a contemplar la luna que se mostraba egoísta con su media figura dorada, rodeada de ese enjambre de luces infinitas que nos regala cada día el Universo, y me pregunté a mí mismo: para qué escribo este artículo, si con la “demora normal” con que salen los números de esta revista, bastante después del “dead line”, para cuando la saquen ya no habrá nadie en este mundo, no habrá nadie para que lo lea y, lo más terrible, tampoco habrá nadie que la edite. Estaremos todos en el más allá, o en el más acá, no lo sé, lo concreto es que no estaremos. Y todo por culpa de los mayas.

Con una herencia cultural de hombres notables, incluyendo miles de pirámides y templos, y un calendario que se ha demostrado ser astronómicamente exacto sobre millones de años, se considera ampliamente que la tradición maya es una llave mística al alma universal.
Los Mayas desarrollaron un complejo sistema matemático que sincronizaba, prácticamente de una manera perfecta, su forma de medir el tiempo con el año solar, no relacionando, por ende, su medición del tiempo con los ciclos lunares ni tampoco con las estaciones, como lo hacemos actualmente.

Este calendario logró predecir y guiar con exactitud la vida de los mayas, de hecho convivían tres tipos de calendarios: uno para uso religioso, otra para uso civil y otro que llevaba la cuenta desde el inicio de la civilización hasta el fin del mundo, supuestamente. Y este es el calendario que termina el 23 de diciembre del 2012, algo que ha motivado que varios grupos esotéricos, y otros no tan esotéricos, comiencen a prepararse para el fin del mundo, tal como lo conocemos, para ese día. Pero me asalta una duda, como decía aquel personaje de la Tv chilena: ¿Cuántas veces se ha dicho que se va a acabar el mundo? Porque esta tonterita de que se acabará el mundo la vengo escuchando desde que era un niño, y de eso ya han pasado varios lustros. Vamos viendo algo de la historia de este cuento:

Comencemos remontándonos al año 634 (a.d.n.e., o sea, “antes de nuestra era”; bueno, para los creyentes a.d.c., “antes de Cristo”).  En la antigua Roma creían que, en algún momento de ese año, la ciudad sería destruida, 120 años después de ser fundada.

Durante el año 500 (d.n.e), San Hipólito, uno de los teólogos más importantes del siglo III, vaticinó que Jesús retornaría al mundo ese año, y ello acarrearía, por cierto, que sólo los creyentes se salvarían de la debacle por venir. Otra cosa que no entiendo es por qué cada vez que se anuncia la nueva venida de Jesús, éste trae aparejada a su llegada la destrucción de la humanidad. No será por venganza, digo yo.

En el año 1600, d.n.e., el padre de la Reforma Protestante, Martín Lutero, predijo que el mundo se acabaría antes de finalizar ese año, basado en sus estudios (¿?).

En el año 1658 hasta don Cristóbal Colón se aventuró a decir que la humanidad terminaría antes de ese año. Basaba su anuncio en que el mundo habría sido creado en el año 5343, a.d.n.e. y que éste duraría menos de 7000 años.

En el año 1719, el matemático suizo Jacob Bernoulli señaló que un cometa destruiría nuestro planeta el 5 de abril de ese año. Muchos años después esto mismo escuché cuando pasó el cometa Halley.

En el año 1892, tomando como base la investigación que se hizo en Egipto en la gran Pirámide  de Giza, el astrónomo italoescocés Charles Smyth vaticinó que entre los años 1892 y 1911 ocurriría la segunda llegada de Jesús, otra vez,  y por cierto, previa barrida de todo lo pecaminoso.

Más fresco en la memoria, en el año 1997, el líder de la secta religiosa “Puerta del Cielo” convenció a 38 de sus seguidores para que se suicidaran el día 26 de marzo de ese año. Según él, había una nave espacial extraterrestre oculta y la única forma de salvarse  era quitándose la vida (¿?). Y más fresco aún, en el año 2000, para el cambio del milenio, se anunciaba un supuesto desastre informático que alteraría el orden mundial.

Año 2012. Ahora, muchos creen que el fin de la humanidad ha llegado porque interpretan el nuevo ciclo del calendario maya como un presagio de nuestro último día. Y que conste que en este rápido recuento de anuncios apocalíptico no mencioné los diversos anuncios que hizo en Chile el astrónomo de Villa Alemana, don Oscar Muño Ferrada.

Pero veamos qué dicen los agoreros de ahora sobre cómo se acabará el mundo:

Nos chocará un asteroide
Una de las teorías, quizás la más recurrente, habla de un gran choque de un asteroide con nuestro planeta. Aquí surge otra de las dudas que me asaltan: Yo me pregunto, si la Tierra es redonda y se llama “Planeta”, si fuera plana, ¿se llamaría “Redondeta”? Esta teoría cuenta de un choque de la Tierra con un planeta, hasta ahora desconocido, Nibiru o Planeta X. Ante esta teoría, responde la NASA: “Un planeta así en  nuestro sistema solar habría sido conocido desde hace mucho tiempo, gracias a la observación directa por infrarrojos o por las perturbaciones gravitacionales en otros objetos. Además, y esto es lo más contundente,  a estas alturas, ya lo tendríamos encima y sería perfectamente visible a simple vista.

Vendrán tres días de oscuridad.
La profecía más recurrente de estos meses, los tres días de oscuridad, se entrelaza con varias teorías científicas y religiosas como las tormentas solares, los secretos de Fátima, el calendario maya y otras predicciones que culminan su espiral ascendente en el 2012.
Supuestamente, durante tres días la tierra descansará, en un profundo sueño de 72 horas a la espera de un nuevo sol.

Este anunciado fenómeno une a continentes, religiones y épocas, aglutinando la visión de diferentes culturas y religiones. Existen 12 premoniciones, versiones científicas, y secretos esotéricos en torno a esta temible profecía, desde la princesa japonesa Kaoru Nakamaru, hasta Nostradamus.

“Hoy se acaba el mundo”, anuncia un grupo evangélico.
Un grupo cristiano evangélico estadounidense que se denomina Family Radio, gastó cientos de miles de dólares en una campaña internacional para advertir que el día 21 de mayo era el Día del Juicio Final. En su página web, este grupo anunciaba que en la hora cero habría un gran terremoto mundial que provocaría varios meses de caos en la Tierra.

Según explicaron, llegaron a la conclusión de que el fin del mundo se produciría el 21 de mayo del 2011, esto tras estudiar la Biblia y porque es exactamente 7.000 años después de que Noé se salvase del Diluvio Universal. A mayor abundamiento, ese era el Día del Juicio Final, según ellos. Lo garantizaban.

“… y vendrán les extraterrestres”.
Otra de las teorías habla de una invasión de naves extraterrestres que ya vienen viajando con rumbo a la Tierra, de las cuales, dicen algunos más aventurados, algunas ya estarían dejándose ver, anunciando la inminente destrucción total de la humanidad. Esta fecha, en todo caso, está en el inconsciente colectivo. De hecho, en la serie estadounidense Archivos Secretos X, se pronostica una invasión de extraterrestres, precisamente, para este año.

Al final, ¿que nos quedará de esto? Como dicen los que realmente saben: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Con tanto anuncio apocalíptico, poco importan los fundamentos para tales aseveraciones, lo más importante para los proponentes del fin del mundo, son las ganancias que ya está dejando en sus propias arcas. En este mísero mundo, lleno de desastres, todo lo que necesitan es desatar el temor en las mentes de una parte de la población que sucumbe, fácil e ingenuamente, ante tales anuncios, y se ve arrastrada a ninguna parte.
El presagio de los mayas acerca del fin del mundo ha resultado un verdadero negocio para algunas empresas que ofrecen refugios paras sobrevivir a la catástrofe por llegar. Desde bunker subterráneos, hasta tubos metálicos con todo lo inimaginable en su interior: agua que dura cinco años, comida deshidratada que dura veinte, fósforos submarinos, pedernales o chispero mineral, recicladores de agua, parafina sólida, linternas a manivela, capotas de aluminio, lentes anti UV, baños secos, cuchillos con dientes, mochilas para sobrevivir tres días en cualquier condición, además de una serie de elementos de sobrevivencia más elementales.

En México, la Dirección de Turismo espera para esa fecha una invasión de un millón de personas a cuanta piedra con aire maya encuentren a su paso: esotéricos, ufólogos, anticristos, hippies… y también suicidas.

Los escépticos

La joven arqueóloga Macarena López es la única chilena capaz de descifrar la escritura  maya y leer sus textos. Pertenece al pequeño grupo de 30 o 40 epigrafistas mayas en el mundo. Estudió en México y proseguirá en España con la eminencia de ese lenguaje pictográfico, Alfonso Lacadena.

Ella habla de 2012 en otro sentido. Las profecías que escribieron los mayas en sus muros y pirámides eran propaganda política. Pensaban que la historia se repetía una y otra vez en ciclos. Entonces, si un rey mandaba a retratar cataclismos, inundaciones o sequías que ocurrieron en su periodo, les estaba advirtiendo a los reyes siguientes que cuando se repitiera esa misma fecha en el calendario, hicieran ritos para cambiar su destino. 2012 no era una fecha importante para los mayas –dice Macarena–. Si no, estaría por todas partes, como otras que sí se repiten de guerras, coronaciones o desplazamientos. El único monumento que habla del 2012 es la Estela de Tortuguero, en Tabasco, México.

El astrónomo Eduardo Unda tiene una pequeña colección de libros que anuncian el fin del mundo. Tiene uno de los Testigos de Jehová que anunciaba el fin para 1976. Otro de Boris Cristoff para 1983. En 2000, varios autores. Otro anuncia el Apocalipsis para el 21 de octubre del 2011.

Unda es miembro de la Asociación de Escépticos, un club donde participan una veintena de profesionales de distintas áreas, aficionados a la ciencia. Se reúnen en cafés y tienen una página web donde denuncian a charlatanes, falsos profetas o productos mágicos de la tv. También dan charlas sobre astronomía, desafíos de la genética, biología y otros temas. Los libros de 2012 todavía no los tiene porque, dice, “están muy caros”. Si todo va bien, en 2013 los comprará en liquidación.

Pero, no obstante estos argumentos en contra de la debacle anunciada, me persigue esta duda, que me atormenta: ¿Y si pasara algo?, me pregunto. Porque, claro, yo no creo en brujos, pero  que los hay, los hay.

Así que volví a contemplar el cielo estrellado, buscando alguna señal, algún indicio que me dijera que algo está por pasar, y lo único que logré fue perderme en la inmensidad del infinito. Y aunque no tuve respuesta desde arriba, como la tuvo Noé, la respuesta me llegó desde abajo,  la encontré en mi interior. Desde el fondo de mi alma escuché una voz que me dijo:
-“Por si acaso, ¡prepárate!”.
- ¡Aleluya…aleluya… aleluya!, exclamé yo. ¡Ahí está la respuesta!

Y aquí estoy. Me estoy haciendo mi propia arca. Claro que no tan grande como la otra, esa que hizo Noé. Lo primero que pensé al esbozarla fue el costo de los materiales, por lo que decidí construirla de un tamaño más bien pequeño, para no incurrir en gastos mayores. No me quedó muy bonita, lo importante es que flote, ojalá, unos cuarenta días .Uno nunca sabe.

Y ahora se me viene el problema: ¿a quién meteré en esta arca para salvarlo del diluvio? Porque tendré que hacer una selección. A mi arca no entrará cualquiera. Mi arca no es chacota.

Respecto de los animales, haré una selección más exhaustiva, eso sí, ni perros ni gatos. Esos me tienen chato con tanta mugre que van dejando a su paso. Donde piso, un mojón de alguno de estos bichos. De la familia, afortunadamente, la mayoría está fuera de Chile, por lo que no son mi problema. Ellos se las arreglarán por su cuenta.

Recuerdo que en los concursos de belleza una de las preguntas más recurrentes que se les hace a las concursantes, aprovechando su alto grado intelectual, es a qué personaje dejaría vivo en caso de un eventual fin de la humanidad. Y yo me hice la misma pregunta: ¿A quiénes dejaré subir a mi arca, y a quiénes no?

He aquí mi selección:
  •  A Fidel Castro, lo dejaré subir, y en su nombre, también al Che Guevara, y en nombre de todos los combatientes. Por su lealtad al Pueblo y por su consecuencia. Y con ello preservo la memoria de todos aquellos que entregaron su vida por una causa justa.
  • A la folclorista chilena Margot Loyola, también la dejaré subir,  y con ella, la memoria de su comadre, Violeta Parra.
  • Al escritor chileno Pedro Lemebel, y con él la memoria de los escritores del Pueblo y para el Pueblo. También con él suben todos aquellos, hombres y mujeres, que supieron asumir su condición de vida, sin complejos.
  • A Barack Obama no lo dejaré subir, por traicionar los sueños de tantos, y por continuar la línea de sus antecesores en la agresión permanente al pueblo palestino.
  • A Nelson Mandela, por su eterna lucha contra el apartheid, y con él subirán Rigoberta Menchú, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, y todos los defensores de los Derechos Humanos.
  • A Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, no lo dejaré subir. Ya tenemos varias cucarachas a bordo.
  • A Michel Bachelet, ex presidente de Chile, si viene sola, la dejo subir; ahora, si viene con sus malas juntas, se queda abajo.
  • A Mahatma Gandhi, el gran reformador social y religioso, y defensor del nacionalismo indio, que por supuesto tiene un  cupo reservado.
  • A Joseph Ratzinger, más conocido como el Papa Benedicto XVI, no lo dejaré entrar, por ser el cura que se destacó, en su cargo en el Vaticano, por proteger y ocultar, durante años, a tantos curas abusadores de niños, en todo el mundo.
  • A los jugadores del Wanderers los dejaré subir, para preservar el buen fútbol  después de la hecatombe.
  • Y por último, unas últimas palabras a los cabros y chiquillas del KABEZANEGRA: mi arca es muy pequeña. Ustedes se pasarían todo ese tiempo a la deriva en puros asados y chinganas, y para eso no tengo espacio. Por lo tanto, arrepiéntanse, hermanos, y traten de descansar en paz.
 Así sea.


La semana del perro ausente


Por: Patán Zamoransky
Foto: Marco Orihuela

El miércoles de la semana pasada vi una niña triste en el pasillo de la escuela, me senté a su lado y me contó que su perro había fallecido, me mostré comprensivo ante su dolor y conversamos acerca del amor hacia nuestras mascotas y la tristeza de las partidas de nuestros amigos animales y la nena sonrió levemente cuando le señalé que su perro estaba en el cielo. Al día siguiente me llamó: “Pato, får jag prata med dig? –me acerqué y me contó que su perro había muerto, le dije que lo sentía, que yo una vez había tenido un perro llamado Martín y que conocía su sentir. El viernes me topo con la niña de nuevo, me relató todas las gracias que su perro ausente había hecho en vida, y eran varias, y era viernes, y yo me quería ir para la casa. El fin de semana trabajé extra como los chinos en el camino del ferrocarril y hoy lunes un montón de colegas faltaron por enfermedad o por hacerse los enfermos o porque la nieve les cerró el paso y los alumnos estaban especialmente agitados y aparte de eso habían diez colegiales de visita y faltaba que se columpiaran de la lámpara y nada parecía funcionar y aparte tengo problemas con el banco y cuando estoy que me pongo a llorar me aparece la nena del perro muerto que a estas alturas debe estar mumificado como un higo seco y enterrado tres metros más abajo que Franco y la niñita linda me cuenta que se le murió el perro y a mí si no me dieron ganas de tirarla por la ventana es poco y ella me mira la cara y me pregunta si también me da pena lo de su perro y yo le contesto que sí y que se compre un perro chico que esos duran como veinte años (así pa’  cuando se le muera otro perro yo voy a estar bien lejos, ojalá en Chile y en un terreno lleno de paltas). Hoy cuando voy camino a casa leo en el celular las últimas noticias del día, en todo el sur de Estocolmo se ha cortado la luz, 81.000 hogares a oscuras, ojalá no afecte la calefacción en este día de quince grados bajo cero. Llego cansado a mi barrio ubicado en la punta de unos cerros, el bus se adentra en la noche y me bajo cuando las puertas dejan entrar un viento helado, el bus se lleva la luz y me quedo contemplando la magia de la nieve en lo oscuro y su manera de tratar a los árboles, ando abrigado como astronauta así que salgo a caminar, quizás cuándo vuelva a contemplar una noche de verdad, el viento sopla. Cuando llego a casa mi mujer me está calentando un guiso de pollo con las velas , le tomo una fotografía a la cacerola, a mi celular aún le queda batería, me siento en el sillón y me quedo profundamente dormido hasta que la electricidad vuelve sin que la llamen, me despierto y me percato de que soy un ser humano en problemas porque al cambiarme de banco mi sueldo se fue para Dios sepa dónde y me he quedado sin pagar las cuentas y a merced del mal trato del sistema imperante. Me tomo una pastilla para dormir y me voy a la cama, despierto una hora más tarde de lo acostumbrado, mi celular no me despierta, no anda como debe, la semana pasada lo tiré contra la pared, llego atrasado al trabajo, hoy es martes y la temperatura sube a doce bajo cero, ando callado, no hablo, en el pasillo está la niña del perro muerto, abre su casillero y me muestra una medalla y una copa obtenida en un torneo de natación, se corre el cabello y diviso su audífono, la felicito por sus triunfos y entro a mi oficina, yo también me estoy quedando sordo y a veces confundo las vocales y las consonantes y no me atrevo a preguntarle a la gente si me están ofendiendo o saludando, no siempre sucede, solo a veces, la semana pasada me tomé una botella de vino blanco y me compré una aplicación en el celular para medir la audición y el resultado en la pantalla decía que debería ir al doctor porque escuchaba mal, entonces tiré el telefono contra la pared, dejar de escuchar a la gente no es una desgracia pero no escuchar silbar al viento sobre los árboles nevados debe ser como estar ciego y no poder sentir con la yema de los dedos la red que nos une con los seres del bosque, mi celular no me despierta como me despertaba Martín, mi perro flaco, en las mañanas de los años ochenta, a langüetazos en la cara. Tuve un quiltro llamado Martín, cuando murió, mi padre agarró un chuzo y cabó una tumba a los pies de un limonero y de cuando en cuando se apoyaba en el árbol y hacía una pausa, yo lo observaba desde la ventana, nunca antes había visto llorar a mi padre. Hoy es el martes de otra época y sin embargo los perros ausentes siguen corriendo al lado nuestro, comprendo a las niñas solitarias, es tremendo perder a un amigo perruno, mi teléfono suena, es mi mujer, me dice que llegó un cheque con mi dinero, respiro aliviado, podré pagar mis cuentas y el sistema no tatuará en mi frente la condena. Al llegar a casa destapo un vino y escucho jazz, me estoy haciendo viejo y no sé por qué pero me satisface envejecer.

martes, 30 de octubre de 2012


YURI NUNCA FUE MI PRIMA.
(Este amor ya no se toca) 


Por: Patán Zamoransky

Linda la vida moderna del modernismo modernista, estaba viendo a la reina del Kisht, a la Mexicana Yuri bailando a todo ritmo el ”Este amor ya no se toca", simpática la Yuri, linda; ahora que fui a Chile me enteré de que éramos familiares lejanos, de que un primo de alguien  emigró a Costa Rica y de ahí a México y por el sexo de la vida apareció la rubia oxigenada, un espermio que fue a dar a una catedral rosada llena de música súper comercial, ”no insistas porque yo te negaré mi boca”. Linda la Yuri, yo la veía en Chile en un televisora con un tenedor de antena y una Doctora Judía, con las mejores piernas del mundo, me ponía una inyección de penicilina y la Yuri cantaba: ”…estalla la tormenta el cielo no está aquí será la última noche que pase junto a ti…” y yo gritaba y la médico con el mejor trasero de la humanidad pensante me inyectaba el doloroso remedio en la blanca superficie mía, ”…mas si me lo permites te quiero demostrar que sé sacrificarme que tengo dignidad..” ..la doctora y el enfermizo al que las costillas se le alumbraban y la fiebre le torturaba, lo trataba como un niño y el niño le miraba el cuerpo, le espiaba hasta los gustos musicales. A la doctora le gustaba ”Piero” y sus canciones revolucionarias en donde la gente coreaba que querían ”Liberación”, el niño aúlla de dolor , las piernas se tensan y maldice al que inventó la penicilina , al que elevan a la categoría de Héroe en la escuela, y Yuri canta  ” …y luego debes tener valor despídete si decirme adiós…” y baila y dice que a este amor ya no se lo tocan y la Doctora dice que el dolor ya se disipará y el dolor no se aparta y luego la viene a buscar el barbudo culiado que tiene de amante y se desparece de la historia y no retorna sino hasta en un día de sol y minifalda a conversar con mi madre y yo en el patio mirando para el mar y para el lado.  Ahora vuelve Yuri en el computador, Yuri, mi prima hiper lejana  canta en la internet ”…amémonos solo una vez más y luego debes dejarme debes marcharte..” pero desde que los de la empresa de la internet ”actualizaron” el sistema, la red está más lenta, y de repente la Yuri con su ballet ”marikantunga” se detienen y las mechas doradas se paralizan en el éter, y a los segundos recuperan el movimiento, y me frustra  que me vendan gato por liebre a cada instante, de que la empresa de los canales se ”actualice” y suba el precio  y quite de la sintonía un par de canales, de que los viejos mueran pobres, y de que en los trabajos reduzcan el salario y el personal y con la sinfonía de un comercial de pasta dentífrica dejen a los que sobreviven el despido con un peso laboral de condenado a muerte en la cárcel de Papillón y transpirando como una víctima de la penicilina, de que el periódico haya expulsado a cuarenta periodistas y quitado la parte cultural, de que siempre nos prometan algo mejor y nos den algo peor y nos cobren más, de que la vida eterna venga siempre después de la muerte . ¿Que hoyo negro se traga las ganancias?  ”…No tengas miedo decídeteee, a dar la cara y acercaté…” Si no hay que ser comunista para reclamar, cualquier ciudadano tiene todo el derecho del universo a quejarse de que los evangélicos están ocupando la cancha de Volleybol, de que el tiempo no alcanza para estar con su familia, de que la constructora es como el ajo mismo y la casa está llena de hongos, de que la señora esposa me rebaja el arancel de las libertades, de que el marido nunca más la llevó al cine y el weón está engordando en el sofá , todos se pueden quejar y todos pueden actuar y moverse un poco. … ” y roba el último beso que hay en mi bocaaa ”” y le digo a mi señora que la Yuri es mi prima hiper lejana y mi señora me mira y mira mis botellas de cerveza y me vuelve a mirar y me pregunta de que si estoy fallado de la cabeza y yo le contesto que aquella tarde de invierno y estufa en Viña del Mar mi tía Ana, viendo las fotos en blanco y negro, me contó la historia de mi familia. Mi señora me señala que estoy confundiendo dos tardes en las cuales estaba borracho en Pisco, una tarde en Viña del Mar y la otra en Iquique en donde ”la Gilda”, su prima, nos relató esa historia; para no hacerla más larga la Yuri es familiar lejano de mi esposa y no mía... y no mía ! …me da una tristeza, profunda, como si hubiese perdido algo, como si mi esposa me hubiese quitado un farol. La Yuri estaba lejanamente emparentada con los "Valenzuela" descendientes de la cantinera Filomena Valenzuela Goyenechea, heroína de la guerra del pacífico, o sea que el alma musical que trepó hasta la catedral rosada del óvulo omnipotente llevaba genes iquiqueños y peruanos y chilenos pero nade de mí, nada, la Yuri nunca fue mi prima, nunca, nada más yo abrigaba la idea mientras viajaba solo rumbo al trabajo en la ventana del tren mirando hacia el oriente.
                                                                                          
Hoy nos quejamos de los resfríos y de la injusticia y de las malditas primaveras, de que tenemos que vivir lo mejor y lo peor, de los remedios peores que las enfermedades y de lo que quisimos ser y en el otoño de la vida vemos tan distante y caemos en cuenta de que el ahora vale la pena y de que si alguna doctora judía de caderas que quieren romper la falda se acerca a ti a enterrarte una inyección de penicilina, acepta el suplicio y luego date vuelta a devolverle el gesto y en tus labios porta las frases de la miel y la leche y dile que contigo va a pasar el mejor ”Yom Kipur” de la historia, que tu champaña será la más cara del ”Rosh Hashaná”, y ponte algo pícaro que a las mujeres les divierte y dile que estás más allá del ”aleph” , que vuelas, que vas y vienes, dile que tu pecho será el muro de los lamentos, y el monte de más olivos será tu cama y al otro día cuando somnoliento te levantes a abrir tu puerta a la que llaman los de camisa y corbata que vienen a venderte actualizaciones de sistema, mírales y cántales ”ese amor ya no se toca , no insistas por que yóoo te negarée mi bocaa… porque este amor ya no se toca….”, por que tú ya te sabes el artilugio, tú ya descifraste el artificio, y sonríe, porque, a pesar de todo, el mundo aún quiere ser recorrido, a pesar del cansancio de la tardes, a pesar de la imagen dolorosa, a pesar de que la Yuri nunca fue tu prima.

EL PADRE ORGULLOSO Y SUS VIVENCIAS ESTUDIANTILES

Por: Marco Baeza
Foto: Marco Orihuela

En Agosto del año en curso, tomé la mano de mi hija Amelia y caminamos sin apuros, ella me mira y sin quererlo me hace cómplice de su alegría; es un día especial, es su primer día de colegio, uno de miles en su larga peregrinación por los caminos de la educación. Llegamos a su escuela, y todo mi ser se llena de júbilo, una profesora de cara bondadosa se acerca a nosotros y nos da la bienvenida, todo transcurre en forma relajada; queda de manifiesto en mi hija y en los demás niños un afán casi descontrolado por entrar a sus salas y saciar sus curiosidades. Dejo a mi hija en el colegio con la tranquilidad de que está en buenas manos y me dirijo a mi trabajo; mientras camino pienso en lo diferente que son nuestras vidas, me acuerdo de mis tiempos de colegial y trato de compararlos con los de ella y por más que busco similitudes no las encuentro; por ejemplo, no recuerdo expresiones de júbilo por parte de mis padres al comenzar el año escolar. Hoy que estoy viejo puedo comprender por qué el orgullo que ellos podrían haber sentido se opacaba con un sinfín de preocupaciones, es que para las familias de escasos recursos en los tiempos del general, un hijo que comenzaba  un año escolar significaba escarbar bolsillos ya escarbados en busca del dinero que por esos tiempos siempre escaseaba; sí, había que escarbar para hacer frente a los costos relativamente altos que significaba optar por educarse. Las listas de útiles escolares se tornaban interminables, de los uniformes escolares mejor ni hablar, muchos heredábamos los uniformes de nuestros hermanos o de primos, la ropa se agrandaba o achicaba según el porte del donante, los gastos no se detenían, también estaba la matricula, algunos colegios también se daban el gusto de cobrar cuotas mensuales, y para hacer la huevada mas representativa, te obligaban a comprar la insignia. Si hay algo que yo odiaba en mis tiempos de colegial eran los lunes. Aun recuerdo cómo nos obligaban a formarnos frente al pabellón patrio para entonar el himno nacional, escuchar los discursos huecos del director del establecimiento y rememorar alguna batalla en las que casi siempre éramos derrotados; después  de estos actos, y sin perder la formación, nos hacían marchar a nuestras salas, prohibido estaba reír, conversar o cualquier expresión  social que alterara el orden impuesto por estos pedagogos de lujo que pululaban por esos tiempos. Sin perder la formación, había siempre que esperar que el profesor o la profesora en un acto piadoso nos hiciera pasar a nuestra sala; ya una vez dentro no había tiempo para relajo. Se venía la pasada de lista y al escuchar tu nombre debías responder casi con un tono marcial PRESENTE. Después de pasar lista se procedía a control de aseo personal, uno por uno parados frente a la clase debíamos soportar esta especie de vejamen propinado por los profesores: te miraban los oídos, el pelo, las uñas el cuello, los pies, etc. etc., como poniendo en tela de juicio los cuidados de tus padres para con tu persona. Muchas veces me pregunté: ¿y a estos huevones quién los controla? Después de estos atentados en contra nuestra se procedía a reunión de curso. Ahí el profe jefe hacía hincapié en lo importante que era vender bonos para la próxima elección de la reina del colegio, y sí o sí te metían un talonario con la obligación de vender todos los números; si no los vendías, nuevamente nuestros padres se veían en la obligación de escarbar en sus bolsillos ya escarbados; cresta que éramos ingenuos, o mejor dicho, cresta que eran ingenuos nuestros padres, cómo a nadie se le ocurrió preguntar dónde iban a para todos los dineros por las ventas de bonos, Entre himnos, discursos y vejámenes  se nos iba medio lunes; recuerdo que sonaba la campana, llegaba la hora de colación y a formarse nuevamente para llenar el estómago con una leche que no era leche y unas galletas duras como las mismas piedras.

Por la tarde después de salir del trabajo llego a casa y espero a mi hija Amelia, mi señora pasaría a recogerla al colegio, llega y no le doy tiempo a que cruce la puerta, la lleno con preguntas, ella solo atina a mirarme, hoy estuvieron aprendiendo el abecedario, tiene una tarea, escribir tres palabras con la letra R, escribe ratón, también rosa, y me pregunta a mí por la tercera. Yo, sin ni siquiera pensarlo le digo Respeto, me mira con sus ojos inocentes y me pregunta: ¿papa qué es respeto? Me siento a su lado y trato de explicarle, al mismo tiempo me acuerdo nuevamente de mis años de colegio y me pregunto si algunos profesores de mi época sabían el real significado de magna palabra. 


Una mañana cualquiera, ahí, en los terrenos de don Floro; ahí, a la entradita del camino a Colliguay, estaban reunidos los trabajadores cobijados a la sombra del sauce llorón, ese que colinda con el estero, hablando de fútbol, de la tele, o de sus animales, o qué sé yo de qué  hablaban. Lo cierto es que se reían a todo pulmón, se palmoteaban las espaldas entre ellos después que alguno contara alguna chanza. Eran buenos para las tallas y las bromas los carajos.
El terreno se mostraba verde, de ese verde brillante que se ve al inicio de la primavera, gozando de las bendiciones que le prodigara el invierno con sus lluvias, que ya estaban en retirada. El estero mostraba orgulloso el paso de las aguas cristalinas que se perderían más abajo buscando un cauce mayor. Por un costado del enorme patio se observaba, altiva, la casa de don Floro, toda pintada de blanco con su techo de tejas rojas. La esposa del patrón mantenía algunas plantas ornamentales cerca de las paredes frontales, en lo que para ella era un jardín, que lo mantenía med
ianamente vivo luchando contra los perros que se revolcaban entre las plantas y los animales que venían a devorarlas. Era una lucha permanente contra esos animales, que lo hacía sin la ayuda de su esposo, indiferente a esto de las “plantitas de la Vieja”, como las llamaba él.
Por el otro frente, al fondo del patio, el terreno se encaramaba entre los árboles y la maleza que se erguían trepando el cerro que se perdía y volvía a aparecer más allá formando otra colina, y así, hasta perderse mucho más allá, rozando las nubes.
En un momento, uno de ellos, con una señal invisible, alertó al resto del grupo. Como sacudidos por una corriente, bajaron las voces y las risas fueron menguando hasta convertirse en casi un susurro. Don Floro se acercaba caminando hacia ellos, con paso altivo, brioso, portando su eterno sombrero de ala ancha, calado hasta el fondo y levemente inclinado hacia el lado izquierdo de su calva cabeza, lo que le daba un aire de patrón de fundo, que es lo que era en realidad.
Se allegó al grupo de hombres que ahora guardaban, más que respetuosos, un temeroso silencio. Expulsando el humo del cigarrillo por un costado de su bigotuda boca, se dirigió a todos, y a ninguno en particular:
---- Qué se teje, muchachos.
Por un momento ninguno respondió, en un instante que se hizo incómodo para todos. Fue el Negro quien sacó la voz:
--- Nada, patrón. Aprovechando el solcito. Está linda la mañana.
Ahora fue el Manolo quien se animó:
---Esperando la pega, patrón. Ahora que se fueron las lluvias, hay harta pega.
Para aquellos que lo conocían bien, sabían que por su semblante don Floro algo más guardaba en su interior. Quizás buscaba las palabras precisas para pronunciarse. Éste le dio una última calada a su cigarro y luego lo dejó caer al suelo húmedo, aplastándolo con su zapato.
--- La patrona quiere hacer una comilona para este domingo. Le ha dado con que celebremos nuestro aniversario de matrimonio. ¡Putas, digo yo, si ya lo celebramos el año pasado, pa´ qué cresta celebrarlo de nuevo!, digo yo. Ahora le ha dado con que matemos la chancha, ¡y qué culpa tiene la chancha!, digo yo.
Las miradas de todos se dirigieron al Manolo, quien era el que pagaba las  consecuencias en los antojos de la patrona, o cualquier otra tarea que a los demás les causara incomodidad. Por lo demás, ya sabían a quien iban dirigidas estas palabras. Don Floro, rápidamente, confirmó esta sentencia:
---- Oye, Manolo. Por qué no te encargaí tú de darle el bajo a la chancha.
Manolo intentó una feble defensa, y no por la chancha, sino por el trabajo que ello implicaba.
--- Pero, patrón, si la chancha parece que está preñá.
--- Mira, le respondió el patrón, --- anda vos a decirle eso a la Vieja, poh.
Manolo solo se limitó a bajar la vista, consciente de la contundencia de la respuesta. No venía al caso insistir.
 --- Ta bien, patrón. ¡Chiss, la peguita que me tocó!
--- ¡Ya, déjate de refunfuñar, y anda no más a buscar las herramientas! Ah, y aprovecha de sacarle filo al cuchillo.
Y partió Manolo, refunfuñando, hasta las casas, a cumplir con la tarea asignada. Al rato lo vieron caminar en dirección del pequeño corral, portando un trozo de cordel y un enorme cuchillo cocinero.
--- ¡Oye, Manolo!, le gritó don Floro, --- ¡Dale el bajo a la chancha allá al fondo, mira que con la gritería que se va a armar va a saltar la Vieja! Luego, bajando la voz, habló para ninguno.--- No sé quién metería más bulla, si la chancha o la Vieja, digo yo.
El patrón se quedó con el grupo conversando y riendo, relajado, ahora que ya se había sacado ese peso de encima. Ya había cumplido con el mandato de su mujer. Y así pasaron los minutos hasta completar una hora. De vez en cuando alguno daba un rápido vistazo hacia el cerro por donde había partido y debía regresar el Manolo. Y seguían pasando y pasando los minutos que ya sumaban algo así como tres horas. El Rucio fue el más impaciente:
--- Oiga, don Floro. Putas que se demora el Manolo con la chancha. Si tenía que puro carnearla.
--- En realidad, le responde el patrón, --- ¿Pa ónde habrá cortado este cabro?
Ahora todos se plegaron a la mirada intranquila del patrón, tratando de ver lo más lejos posible, hasta allá, en lo alto del cerro.  En eso estaban todos, cuando de repente ven aparecer por otro costado al Manolo, que caminaba por entre la maleza y los arbustos, apesadumbrado, arrastrando sus pies, con su chaqueta colgando de uno de sus hombros y el cuchillo en una mano. Pero venía sin la chancha.
--- ¿¡Y qué diablos te pasó con la chancha, carajo?!, le espetó don Floro.
--- No sabe ná lo que me pasó con la chancha, patrón.
--- A ver, cuenta, cuenta. ¿Dónde diablos dejaste la chancha, cabro de porquería?
Manolo mostraba una mezcla de nerviosismo y vergüenza a la vez en su rostro, que los demás ya le conocían cuando algo malo le pasaba.
Se quitó la chaqueta del hombro, a la vez que tiraba el cuchillo al suelo, con movimientos lentos, que era nada más que para tomar valor y ganar tiempo en su respuesta.
--- Si llevé la chancha pal fondo, patrón, como me dijo.
--- Y, qué pasó.
--- No sabe ná, iñor, lo que pasó. Por allá detrás, ahí, en el bajo, le amarré el lazo del cogote a un árbol, con dos vueltas, me senté en ella y le agarré firme el cogote y cuando le enterré el cuchillo en la frente, no sabe na lo que pasó: salió corriendo pal monte, con el cuchillo enterrado en la frente, iñor. Se lo juro, patrón, se lo juro. Cruz pal cielo.
Don Floro guardó un silencio profundo, que los demás también ya conocían. Se ajustó su sombrero, como buscando alguna reacción ante la historia del Manolo. Sabía de la honradez de sus trabajadores, y sabía también de las limitaciones del Manolo. Finalmente, le lanza la pregunta que todos esperaban: --- ¡Y por qué te demoraste tanto, cabro?
--- Es que me demoré porque la perseguí pal cerro, patrón, y la busqué y la busqué, pero no la encontré por ningún lado, patrón.
--- ¡Y ahora qué le voy a decir a la Vieja, digo yo, que se arrancó la chancha, y que no habrá comilona por culpa tuya!
El Manolo ahora no tuvo respuesta. Sus compañeros se sumaron, solidarios, a su congoja.
---- Si quiere, patrón, subimos todos a dar una vuelta al cerro, a ver si la encontramos, cómo sabe---, le apoya, animoso, otro compañero.
--- ¡Que ná!, le responde el patrón. Si se fue con el cuchillo enterrado en la frente, ya debe de estar muerta por ahí. Ya se la deben estar comiendo los perros, o algún otro bicho, digo yo.
Finalmente, don Floro no se escapó de la celebración de su aniversario, ni de la comilona, aunque sin chancho. Pagaron el pato algunas gallinas y un cabrito regalón. El tema de conversación de Manolo y sus compañeros fue la fuga de la chancha, a quienes les narraba una y otra vez cómo había sucedido aquello.
Tiempo después, estando todos en el pajal, incluido don Floro, observan, estupefactos, que desde el fondo del patio se acercaba caminando, a paso cansino, un chancho. Y luego también vieron que traía un trozo de lazo amarrado al cogote. Y también vieron que traía un cuchillo enterrado en la frente.
--- ¡¡La chancha!!---, exclamaron todos, en una sola voz.
Y la chancha no venía sola. En una fila, como los indios, venían otros seis chanchitos chicos, a la siga de la chancha.

Y se los juro, señores lectores, se los juro: los seis chanchitos traían un cuchillo chico enterrado en la frente. Se los juro.
Así me lo contaron.

martes, 11 de septiembre de 2012


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 Por: Marco Minguillo
Foto: Igor Videla

“Esa tarde íbamos en un taxi y nos dirigíamos hacia la casa de unos familiares. Ella estaba sentada a mi lado y hablábamos de nuestros planes matrimoniales. En esos instantes, creo que fue al dar la vuelta en una esquina cuando escuché disparos, sonido de vidrios que se rompían y gritos. Muchos gritos. No comprendía nada en esas milésimas de segundos. Sólo sentí pánico y me abracé a ella. De pronto, el auto chocó, no sé si fue contra una pared o un muro, y nuestros cuerpos volaron hacia adelante. Recuerdo que levanté la cabeza con dificultad y mi mirada se posó en la cabeza calva del taxista, que colgaba en desarmonía de su tórax. Manchas de sangre por todas partes y el rostro de ella, más pálido que nunca, pegado a mi pecho. Sus ojos abiertos, despavoridos, me miraban desde el otro lado del mundo y sólo pensé en abrazarla nuevamente, con todas mis fuerzas, en medio de ese torbellino de sudor y sangre…”


La mujer de cabello corto y rubio, vestida con jeans y zapatillas, está sentada frente al hombre, con las piernas cruzadas, y anota con interés lo que él le va narrando. La mujer le alcanza, con delicadeza, unos pañuelos de papel y el hombre, cabizbajo, hundiendo las pupilas en el suelo trajinado, se va secando las lágrimas.

Es la cuarta vez que ellos se encuentran en esa oficina, desde cuyos ventanales se divisan edificios amarillentos, la vía del tren besando las aguas de un lago en deshielo y atrás, bosques inconmensurables de pinos y abedules que se difuminan en la niebla.

El hombre le dice que ya no desea hablar más por el momento. Escucha que la voz de la mujer lo trata de calmar y alentar, para finalmente recibir una nueva cita. Se volverán a encontrar dentro de una semana y se despiden dándose las manos.

Luego de unos cinco o diez minutos, la mujer concentra el interés en su agenda del día, lee mentalmente un nombre femenino árabe y sale a recoger a su nueva visita, pasando por corredores largos, iluminados, en donde hay puertas cerradas y abiertas, desde donde atisban papeles sobre escritorios, computadoras y tazas de café. Antes de abrir la puerta, que da hacia la recepción, piensa en la visita que recibirá y en las calles desangradas de Bagdad.