LA PÁTETICA
CELEBRACIÓN
CELEBRACIÓN
DEL BICENTEARIO EN CHILE
“El Chile que habitamos ha sido construido por sueños y utopías que han quedado en el olvido, oculto por la historia oficial. Grandes jornadas de lucha y miles de muertos anónimos durante doscientos años. Sin embargo, hoy se pretende erigir un país de espaldas a todas aquellas víctimas que dieron sus vidas por lo que no llegó a ser”.
Por: Jorge Rubio C.
Primera pata
El Bicentenario que se celebra, aún, este año en Chile, celebra un mito. Ninguno de los participantes de ese Cabildo de 1810 quiso que Chile fuera a partir de entonces un país independiente. La Independencia realmente se proclamó el día 12 de Febrero de 1818, en homenaje al triunfo del Ejército Libertador, encabezado por San Martín, sobre las tropas realistas, y no españolas, en la batalla de Chacabuco, febrero de 1817. Claro que no importó que al año siguiente las tropas realistas le rayaran la cancha al Ejército Libertador en la batalla de Cancha Rayada, marzo de 1818. Y bueno, el triunfo definitivo fue un mes después en la batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818. Desde aquí comenzó realmente la independencia.
Segunda pata
¿Qué estamos celebrando en realidad?
El Bicentenario fue una perfecta concreción de los ideales de un gobierno de derecha, llámese esta Derecha o Concertación. Cada día durante muchos días nos repetían, hasta la saciedad, que todos los chilenos estamos unidos, como nunca se ha visto. Unidos bajo la misma bandera, el cóndor y el huemul. Como corolario de este nuevo Chile que apareció durante septiembre, en los actos oficiales aparecían los cuatro tomaditos de las manos: los ex Presidentes de la Concertación, más Piñera. Más que cuatro chilenos, de tomo y lomo, se parecían a los Huasos Quincheros, o a los Cuatro de Chile, para incluir la voz femenina, con sus trajes impecables. Claro, resulta obvio ver juntos a las castas que han dominado este país después del legado de Pinochet. Ellos sí que se veían muy unidos.
El Bicentenario empezó con la estupidez de juntar las estatuas de Bernardo O`Higgins y de José Miguel Carrera, ahí, frente a la casa de gobierno. Qué diría Carrera con esta unidad, de verse igualado con quien lo mando fusilar. Sólo una supina ignorancia o una extrema candidez pueden querer borrar, de una plumada, todas las luchas y rivalidades que han existido en nuestra historia. Quizás luego quieran juntar las estatuas de Frei y de Allende.
Para este Bicentenario se anunció, hace ya algunos años, por voz del pomposo Ricardo Lagos, el despegue definitivo hacia las Grandes Ligas, con el Puente del Canal Chacao, el Ferrocarril Rápido a Santiago, grandes obras de vialidad y, su obra magna, el Transantiago, que será orgullo de todos los chilenos. Al final, se instaló una gran bandera en un enorme mástil, diciendo que como gran cosa, era un récord mundial de tamaño y altura. Unas cuadras más allá, en el Penal El Manzano, al igual que en las cárceles de Temuco y Angol, los 34 comuneros mapuches atrapados, no 700 metros bajo tierra, sino que en las redes de la injusticia y la discriminación social, no celebraron el izamiento de la bandera ni cantaron nuestra canción nacional. Para ellos es posible que Chile sea la tumba de los libres, pero está muy lejos de ser el asilo contra la opresión. Ninguna autoridad política los visitó. En el día del cumpleaños de la Patria, la televisión no les concedió un solo minuto de atención. No recibieron ni portaron bandera alguna. Fueron ignorados los descendientes de aquellos a quienes Ercilla cantó como gente tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida. Días después se inauguró la gran obra del Bicentenario: La Casa de la Cultura, que no es más ni menos que el edificio Diego Portales que se incendió años atrás, y que es el mismo que se construyó en el gobierno de Allende, donde se celebró la reunión de la UNCTAD, en 1972. El último día se efectuó el desfile naval en Valparaíso, donde se despliega la mentalidad militarista que invade la mente de los chilenos varios por parte de los nacionalistas. Todos miraban extasiados hacia el mar el paso de la Esmeralda. Nadie miró entonces hacia atrás, hacia el cerro Los Placeres, en Valparaíso, ese cerro donde vivía el cura Miguel Woodward; ese cura que fue torturado y asesinado, precisamente, en la Esmeralda
Tercera pata
El bicentenario que estamos celebrando no es del nacimiento de Chile como nación independiente. Ya lo dije, pero insisto, merece ser repetido. Se celebra la reunión del Cabildo abierto de Santiago, que jura fidelidad a Fernando VII. Punto.
¿Cuál es la tarea nacional chilena, entonces? ¿La aspiración a la independencia y a la libertad, o la complacencia y la sumisión a los mismos de siempre? El Chile que habitamos ha sido construido por sueños y utopías que han quedado en el olvido, oculto por la historia oficial. Grandes jornadas de lucha y miles de muertos anónimos durante doscientos años. Sin embargo, hoy se pretende erigir un país de espaldas a todas aquellas víctimas que dieron sus vidas por lo que no llegó a ser. Recuperar la memoria, es apropiarnos de nuestra historia de siglos, plagada de violencia, olvidos e injusticias. Esta memoria ha sido escrita por miles de anónimos mineros muertos en las luchas del salitre. Hace cien años miles de mineros del norte quedaron muertos en la pampa y en la escuela Santa María de Iquique. Cien años después quedan enterrados en la mina a 700 metros bajo tierra. Pero también por valientes campesinos acribillados tantas veces, ya sea en Ranquil o cualquier comunidad mapuche reclamando su dignidad. Por tantos compatriotas torturados o asesinados cruelmente por la codicia de unos pocos.
Por: Jorge Rubio C.
Primera pata
El Bicentenario que se celebra, aún, este año en Chile, celebra un mito. Ninguno de los participantes de ese Cabildo de 1810 quiso que Chile fuera a partir de entonces un país independiente. La Independencia realmente se proclamó el día 12 de Febrero de 1818, en homenaje al triunfo del Ejército Libertador, encabezado por San Martín, sobre las tropas realistas, y no españolas, en la batalla de Chacabuco, febrero de 1817. Claro que no importó que al año siguiente las tropas realistas le rayaran la cancha al Ejército Libertador en la batalla de Cancha Rayada, marzo de 1818. Y bueno, el triunfo definitivo fue un mes después en la batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818. Desde aquí comenzó realmente la independencia.
Segunda pata
¿Qué estamos celebrando en realidad?
El Bicentenario fue una perfecta concreción de los ideales de un gobierno de derecha, llámese esta Derecha o Concertación. Cada día durante muchos días nos repetían, hasta la saciedad, que todos los chilenos estamos unidos, como nunca se ha visto. Unidos bajo la misma bandera, el cóndor y el huemul. Como corolario de este nuevo Chile que apareció durante septiembre, en los actos oficiales aparecían los cuatro tomaditos de las manos: los ex Presidentes de la Concertación, más Piñera. Más que cuatro chilenos, de tomo y lomo, se parecían a los Huasos Quincheros, o a los Cuatro de Chile, para incluir la voz femenina, con sus trajes impecables. Claro, resulta obvio ver juntos a las castas que han dominado este país después del legado de Pinochet. Ellos sí que se veían muy unidos.
El Bicentenario empezó con la estupidez de juntar las estatuas de Bernardo O`Higgins y de José Miguel Carrera, ahí, frente a la casa de gobierno. Qué diría Carrera con esta unidad, de verse igualado con quien lo mando fusilar. Sólo una supina ignorancia o una extrema candidez pueden querer borrar, de una plumada, todas las luchas y rivalidades que han existido en nuestra historia. Quizás luego quieran juntar las estatuas de Frei y de Allende.
Para este Bicentenario se anunció, hace ya algunos años, por voz del pomposo Ricardo Lagos, el despegue definitivo hacia las Grandes Ligas, con el Puente del Canal Chacao, el Ferrocarril Rápido a Santiago, grandes obras de vialidad y, su obra magna, el Transantiago, que será orgullo de todos los chilenos. Al final, se instaló una gran bandera en un enorme mástil, diciendo que como gran cosa, era un récord mundial de tamaño y altura. Unas cuadras más allá, en el Penal El Manzano, al igual que en las cárceles de Temuco y Angol, los 34 comuneros mapuches atrapados, no 700 metros bajo tierra, sino que en las redes de la injusticia y la discriminación social, no celebraron el izamiento de la bandera ni cantaron nuestra canción nacional. Para ellos es posible que Chile sea la tumba de los libres, pero está muy lejos de ser el asilo contra la opresión. Ninguna autoridad política los visitó. En el día del cumpleaños de la Patria, la televisión no les concedió un solo minuto de atención. No recibieron ni portaron bandera alguna. Fueron ignorados los descendientes de aquellos a quienes Ercilla cantó como gente tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida. Días después se inauguró la gran obra del Bicentenario: La Casa de la Cultura, que no es más ni menos que el edificio Diego Portales que se incendió años atrás, y que es el mismo que se construyó en el gobierno de Allende, donde se celebró la reunión de la UNCTAD, en 1972. El último día se efectuó el desfile naval en Valparaíso, donde se despliega la mentalidad militarista que invade la mente de los chilenos varios por parte de los nacionalistas. Todos miraban extasiados hacia el mar el paso de la Esmeralda. Nadie miró entonces hacia atrás, hacia el cerro Los Placeres, en Valparaíso, ese cerro donde vivía el cura Miguel Woodward; ese cura que fue torturado y asesinado, precisamente, en la Esmeralda
Tercera pata
El bicentenario que estamos celebrando no es del nacimiento de Chile como nación independiente. Ya lo dije, pero insisto, merece ser repetido. Se celebra la reunión del Cabildo abierto de Santiago, que jura fidelidad a Fernando VII. Punto.
¿Cuál es la tarea nacional chilena, entonces? ¿La aspiración a la independencia y a la libertad, o la complacencia y la sumisión a los mismos de siempre? El Chile que habitamos ha sido construido por sueños y utopías que han quedado en el olvido, oculto por la historia oficial. Grandes jornadas de lucha y miles de muertos anónimos durante doscientos años. Sin embargo, hoy se pretende erigir un país de espaldas a todas aquellas víctimas que dieron sus vidas por lo que no llegó a ser. Recuperar la memoria, es apropiarnos de nuestra historia de siglos, plagada de violencia, olvidos e injusticias. Esta memoria ha sido escrita por miles de anónimos mineros muertos en las luchas del salitre. Hace cien años miles de mineros del norte quedaron muertos en la pampa y en la escuela Santa María de Iquique. Cien años después quedan enterrados en la mina a 700 metros bajo tierra. Pero también por valientes campesinos acribillados tantas veces, ya sea en Ranquil o cualquier comunidad mapuche reclamando su dignidad. Por tantos compatriotas torturados o asesinados cruelmente por la codicia de unos pocos.