martes, 26 de abril de 2011

Utopías y fundamentalismo. Crónicas desde Irán



Por:Fernando Camacho Padilla


- ¡Barcelona! ¡Messi! Esas son las dos primeras palabras que mencionan los iraníes cuando se enteran que soy español. Las preguntas que le siguen suelen ser cuál es mi ciudad y cuál mi equipo de fútbol favorito. Si digo otro que “Barcelona”, se decepcionan. La conversación empieza por ahí. Después viene mi nombre, si tengo familia, en qué trabajo y cuánto tiempo estaré viajando por Irán.

La referencia es el fútbol, la segunda religión en el país después del islam. En España ya es la primera, superando desde hace tiempo al catolicismo.

Nada puede estar más equivocado que los discursos que se escuchan en el mundo sobre Irán. Prácticamente no se encuentra policía ni militares (exceptuando los controles de tráfico), la gentes es la más amable y conversadora que hasta ahora he podido encontrar viajando por el planeta, y su nivel cultural está entre los más altos del mundo árabe. Me ha llamado la atención la gran cantidad de librerías que hay por las calles. Muchos conocen mejor a España y algunas palabras de castellano, que cualquier español promedio sobre Irán o el farsi.

En Occidente se acusa a Irán de ser un país fundamentalista. Pero, ¿quiénes son los fundamentalistas? ¿El pueblo entero? ¿Un grupo que controla políticamente el país? Se entiende, supongo, por fundamentalismo religioso. Pero, ¿desde cuándo practicar una fe ha sido un crimen? Recientemente estuve en la principal ciudad religiosa del país, Masshad, a donde cada año acuden millones de peregrinos de todo el mundo árabe (nada más que del grupo chií), y allí encontré personas extremadamente amables, hospitalarias, generosas, simpáticas y solidarias, hasta el máximo que se pueda ser. Me llamó la atención porque también se suele acusar a los chiís de ser los más radicales en su doctrina. Quizás sea su fe la que le guía en ayudar y atender a los demás. Realmente me sentí seguro y en confianza en Masshad. En los musulmanes chiíes se puede confiar sí o sí. Me lo dijo también Vali, el padre de familia en cuya casa me estuve alojando: “la personas religiosas son las más sinceras y amables que se pueden encontrar en el mundo”.

Si se mira desde Irán a Occidente, podríamos entender que nuestros países son los más fundamentalistas del capitalismo. Lo único que prevalece es el dinero, no sólo por encima de la moral o los valores, sino también de las personas, inclusive las que nos rodean. Solidaridad y empatía empieza en la casa, en la familia, en los amigos y en los compañeros de trabajo, siempre y cuando las injusticias afecten a las personas que nos rodean. Cada día queda en evidencia que tenemos mucho que aprenden de “los fundamentalistas chiíes”.

Del mismo modo llama la atención, como se acusa a los fundamentalistas de ser gente encerrada en sí misma, sin interés por el mundo (cuando se utiliza este lenguaje, los medios se quieren referir a Europa o Norteamérica). Sin embargo, las campañas occidentales tienen su eco en Irán. El sueño de emigrar al primer mundo existe, y mucho. La llaman “la utopía de occidente”. No son pocas las mujeres en Irán que siguen a rajatabla las normas de su religión por voluntad propia, y cubiertas de un largo hejab negro, que manejan el inglés y aspiran con establecerse en Europa o Norteamérica algún día. ¿Será para expandir el islam al puro estilo de los misioneros evangélicos estadounidenses que recorren el mundo durante una parte de su juventud? ¿Será para perpetrar atentados contra “los demonios de occidente”? ¿O será porque el capitalismo, a través de sus imágenes y sus discursos logra “transformar” la fe espiritual por la fe del consumo y el materialismo? Durante su discurso de aceptación del Premio Nobel, Mario Vagas Llosa acusaba a las religiones de ser una de las principales culpables de dañar a la humanidad a lo largo de la historia, tanto por las guerras y como por los fanatismos que generaba. Pero, ¿y el modelo de mercado que defiende? ¿Ha logrado el capitalismo mejoras las diferencias de clase, acabar con las injusticias y establecer la paz en países en conflicto? Si el capitalismo será la religión que se imponga para todos de una vez por todas, entonces gritemos y repliquemos al cielo: insh’Allah.

domingo, 10 de abril de 2011

Anarquía para los tiempos modernos.

Una breve presentación del periódico mensual (y sensual) El Surco

Desde las últimas dos décadas a lo largo y ancho del Orbe es posible notar un lento y heterogéneo resurgir del pensamiento y de las organizaciones anarquistas, que hace mucho parecían extintas. No obstante aquello, otrora como hoy una tremenda nube de prejuicios impide a las gentes comprender este ideario y menos aún aceptar por ciertas algunas de sus concepciones, aunque en la práctica, muchas de sus históricas demandas se encuentren hoy presentes en el resto del movimiento auto-reclamado revolucionario tras el fracaso de la experiencia soviética. Sin citar la fuente, claro. Es lo que pasa con la autogestión y la horizontalidad, por ejemplo. Este nuevo movimiento de ideas ha revitalizado el universo contestatario, provocando nuevas preguntas y esbozando nuevas respuestas.

Por todas partes diversos grupos, muchos de ellos de escasa continuidad temporal, se crean, se desarrollan y desaparecen. Es la constante búsqueda de la afinidad concreta y no ficticia. Lo que desde afuera puede ser entendido como una debilidad del movimiento anarquista, para nosotros resulta muchas veces una ventaja. El apoyo mutuo se desarrolla en relaciones concretas y no de nombre, no importan las etiquetas, las banderas, las siglas, ni la necesidad de sacralizar nuestras organizaciones y perpetuarlas en el tiempo. El amor dura hasta que se siente. Ello ha permitido que las ideas anarquistas se expandan sin control adquiriendo múltiples formas, contradictorias muchas de ellas. Algunos han escogido el camino de la pólvora, son la minoría, otros participan de los “movimientos sociales”, estudiantiles, poblacionales, obreros. Unos difunden iniciativas culturales, y hay quienes ocupan espacios anulando la propiedad privada, levantan cooperativas, editan revistas y libros, disfrutan las tablas y la música, etcétera. Sin duda el anarquismo sigue siendo un movimiento marginal, pero crece. Y aunque no lo hiciera, porfiados habremos siempre.

Dentro de ese espectro diverso surge en Santiago de la Región chilena el periódico mensual anarquista El Surco. Se trata de una iniciativa modesta si se le compara con el tiraje y el impacto de la prensa estatal o de aquella controlada por los grupos empresariales. Sin embargo ha logrado bastantes cosas, muchas de ellas felizmente incontrolables, e incluso traspasar ciertas barreras de prejuicios que como se sabe siempre han existido frente a nuestras ideas. Se edita en formato papel y tiene una salida de mil ejemplares al mes, el que se distribuye en actividades, en bibliotecas libertarias, en quioscos y en diversos puntos a lo largo de este Estado. También es posible encontrarlo en bibliotecas libertarias en Lima, Caracas, Montevideo y Buenos Aires. Además del formato papel, sus ediciones son subidas inmediatamente a internet, por lo que todos sus números están alojados en http://srhostil.org/elsurco/. Lo que ha permitido que sus ideas se expandan cruzando irrespetuosamente las artificiales fronteras estatales y las rudas distancias geográficas.

El Surco aparece todos los meses desde marzo de 2009. En sus páginas se abordan diferentes temas, desde aristas coyunturales hasta cuestiones de debate libertario. Coherente con su orientación ha colaborado denunciando y combatiendo a la sociedad autoritaria. Antimilitarismo, historia social, autogestión, internacionalismo, solidaridad, autoeducación integral, son algunos de los temas que se tratan.

Si bien el periódico es coordinado por un grupo, en su financiamiento y en el material que se publica participan gentes que incluso jamás se han conocido mutuamente. Aportes escritos llegan de diversos puntos y voluntades. Entendiendo que no existe un dogma, ni un partido, ni una línea política de censura, esta iniciativa se nutre de múltiples enfoques, lo que no impide que se note la voluntad de debate que nosotros, como grupo coordinador, pretendemos imprimir en el mismo.

Felizmente el periódico ha tenido una buena acogida y no solo en la Región chilena. Contrario a lo que se puede pensar, ha logrado sobrepasar el reducido círculo de “convencidos” y constantemente se nos hace ver de alguna u otra forma que sus hojas son leídas por hombres y mujeres de diversas edades y que no tenían relación alguna con los movimientos libertarios. Y esto se ha logrado sin esconder nuestra postura anarquista. El Surco durará hasta que la afinidad de quienes le coordinan exista. No forzaremos nada. Mañana podremos estar levantando otras iniciativas. Sin desmedro de lo mismo, soplan buenos vientos y parece que tendremos Surco por un buen tiempo más y desde el mismo seguiremos colaborando en la tarea auto-acordada de generar debate, crítica y reflexión.

En ese sentido no vemos nada de utópico el desarrollo del anarquismo, como se tiende a pensar. Los problemas que buscamos superar y las alternativas que vamos construyendo son bastante concretas. Como no pretendemos obligar a nadie a pensar y actuar como nosotros, lo que aspiramos desde el periódico por lo menos es, como se ha insinuado mas arriba, abrir brechas y generar espacios de tensión y debate. Nos interesa dar a entender que podemos vivir hoy, y no en un día soñado de revolución, lo que tanto anhelamos. Nos urge advertir que cada individuo está sometido a muchísimas y complejas situaciones de opresión que no solo obedecen a cuestiones económicas. Otras perspectivas contestarías señalan al capitalismo como el culpable de los males sociales. Nosotros también, pero no paramos allí, el problema de fondo -según nuestro parecer- es la autoridad. Relaciones desiguales de poder, con sus consiguientes perjuicios, existen desde mucho antes de que el capitalismo siquiera se imaginara.

En fin, son muchas las cosas que quedan por decir, pero lo primordial se ha esbozado. Hay que cultivar la autonomía y el pleno desarrollo individual, en solidaridad con los otros y las otras. Hay que acabar con toda jerarquía y con el espíritu de delegación y de servidumbre voluntaria. Hay que experimentar y jugar a vivir un rato.

Manuel de la Tierra

“El Surco”, periódico mensual anarquista Santiago, Región chilena