lunes, 21 de mayo de 2012


La Tauromaquia


Por Amina Harnafi

Según la Real Academia Española, la tauromaquia es el arte de lidiar toros, y lidiar significa luchar con el otro, incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte. En España, y en otros países donde se practica la tauromaquia, el toreo se considera un arte. Pero, arte es la habilidad para hacer algo, y el toreo no. El arte es creación, no destrucción.

El toro es un animal herbívoro y de naturaleza poco agresiva. No tiene buena vista y tampoco tiene buena capacidad para enfocar, por lo que no es apto para luchar en una plaza. El toro sale a la plaza con una apariencia agresiva; esto es debido a que lo meten en una caja a oscuras y le torturan hasta segundos antes de salir a la plaza.

El toro siente. Según artículos científicos, el toro, como cualquier otro mamífero, posee un sistema nervioso desarrollado, por lo tanto siente dolor. Si un toro siente cuando una mosca se posa sobre él y él la espanta con su cola, ¿no sentirá nada cuando le clavan una puya?

EL toreo no es una lucha “justa”, ya que el torero y el toro no se encuentran en igualdad de condiciones. El torero elige arriesgarse a morir, el toro no. El toro no puede rendirse y hay poco probabilidad de que salga vivo de una corrida. El 80% de los toros que sobreviven a una corrida, mueren pocos días después debido a las heridas y a la gran pérdida de sangre.

Los pro-taurinos sostienen que el mundo taurino genera mucho dinero y trabajo. Las corridas son subvencionadas con dinero público, de los que asisten, y también de los que no, por lo que es capitalista. Los trabajos (taquilleros, picaderos, etc.) son temporales, por lo tanto estos oficios no representan su principal sustento. Los únicos beneficiados directos son los toreros, los empresarios y los ganaderos. Que genere dinero no justifica los medios; muchos medios generan dinero, así como el tráfico de drogas, la explotación infantil, las guerras, etc., pero eso no significa ni que sean aceptables ni que estén bien. El toreo ha dejado de atraer a los turistas extranjeros. La Unesco decía en los años 80: “La tauromaquia es el infame y comercializado arte de torturar y matar animales en público. (…) Constituye un desafío gravísimo a la moral, la educación, la ciencia y la cultura”.

Los pro-taurinos sostienen, además, que el toreo es tradición. Pero las tradiciones pasan a la historia, que son los hechos que han sucedido, no los que han debido suceder. Si no pasaran a la historia no habría avances en la humanidad, y tendríamos que, por ejemplo, conservar las tradiciones romanas, así como los coliseos de gladiadores o la esclavitud.

En España, el toro es el animal representativo del país, por lo tanto habría que tratarlo bien, porque maltratándolo, se está maltratando a un símbolo nacional; sería lo mismo quemar la bandera española y llamarlo tradición.

No puedo llegar a entender cómo torturar a un animal con violencia extrema hasta matarlo pueda considerarse un espectáculo. Como tampoco puedo llegar a entender que le gente pague para ver la matanza de un animal.

En Cataluña se han prohibido las corridas, sólo habrá que esperar que eso pase en el resto de España, y en el resto de los países donde se practica el toreo.

Habría que seguir lo que el gran político y pensador, Mahatma Ghandi, dijo: “El progreso moral y desarrollo de una nación se puede medir en la forma de tratar a los animales”.

¡No a la tauromaquia, no a la violencia animal!




domingo, 20 de mayo de 2012


“Don Arturo, el Otro Héroe de Iquique

Por: Jorge Rubio

“Hoy, a poco más de 100 años de la irrupción del movimiento obrero chileno y de la gran masacre de la cual fue objeto en la escuela Santa María de Iquique en el año 1907, cobra sentido llevar a la palestra los grandes forjadores sociales que nuestra historia oficial ha olvidado, y talvez repensar Chile desde los imaginarios que alimentaron nuestro “proyecto país” durante el primer centenario”.

Nuestra Historia bélica guarda en sus páginas el nombre de aquellos hombres, y muy escasamente el de alguna mujer, que escribieron páginas importantes en las guerras que nuestro País se ha visto enfrentado. Sin duda que dichos personajes hicieron merecimientos para guardar sus nombres, aparte de ser oficiales de alta graduación al momento de la gloria. Porque, claro está, de los soldados y marinos rasos poco o nada se escribe, a excepción del rescate con las uñas que se hace de algunos personajes de la batalla de Yungay.

El 21 de mayo lo guardamos en un lugar destacado en nuestra Historia y en nuestra memoria. La gesta de Arturo Prat traspasó fronteras y es reconocida y ejemplarizada en lugares muy lejanos del punto del combate. Pero justo es reconocer a otro héroe de aquel combate y que prolongó su valor y su valer más allá de aquel 21 de mayo de 1879. En estas líneas quisiera expresar mi reconocimiento y mi admiración a don Arturo Fernandez Vial:

Esa mañana, don Arturo, usted formaba parte de los 200 hombres que se encontraban a bordo de la Esmeralda, un viejo barco que era usado como “leñera”, ya casi dado de baja, y que fue rescatado para funciones menores en esa guerra. Usted entonces era un guardiamarina, muy joven, con 21 años de edad. El Huascar se encontraba ya al acecho, y todos eran concientes  de lo que sucedería ante el poderío del barco enemigo y de la inminencia de la tragedia.  No obstante, todos cumplieron con su deber. Ninguno arrugó. Poco antes del combate, con el Huascar ya a la cuadra, usted, cumpliendo órdenes de su capitán, subió a la jarcia armado de clavos y un martillo, y clavó la bandera chilena en lo más alto, mostrando con  ello que la bandera no sería arriada. Esos martillazos resonaron en toda la bahía de Iquique y aún resuenan en nuestras conciencias. Lo demás es historia conocida. La Esmeralda se hunde bajo las embestidas y el cañoneo del barco enemigo. Usted se mantuvo firme, en su puesto de “cabo de cañón”, hasta el último instante. Muchos marinos murieron en su cubierta como consecuencia de los disparos efectuados por la ametralladora instalada en el puente del Huascar. Ésta era la única ametralladora que había entonces por estos lugares, y por tanto, fue la única ametralladora  que se usó en toda la Guerra del Pacífico. De los 200 sólo 60 quedaron con vida, y usted entre ellos. Luego fue tomado prisionero hasta diciembre de ese año cuando fue canjeado por otros prisioneros.

A partir de entonces su carrera naval fue en un sostenido ascenso derivado de las diversas responsabilidades que se le encomendaron, no tan solo en el plano militar, sino que también como comisionado en actividades de planificación. El año 1899 se le nombró Director de Territorio Marítimo, y ese mismo año fue ascendido al grado de Contralmirante, y el siguiente, fue nombrado Comandante en Jefe de la División de Evoluciones, como corolario de su carrera naval.

El año 1903 aparecieron en Chile las primeras luchas sociales que proponía el movimiento obrero. En Valparaíso los gremios marítimos y ferroviarios planteaban la huelga como camino a sus mejoras salariales, lo que derivó en una serie de revueltas que amenazaban con extenderse. El Presidente de la República, Germán Riesco, lo designó a usted, en su calidad de Jefe de la Plaza de Valparaíso, como interventor, otorgándole el máximo de atribuciones: “Almirante, disponga usted de la inmediata dispersión de esa gente, aun poniendo en práctica los procedimientos más violentos”. Pero usted, don Arturo, no usó la violencia que le proponían, sino optó por el diálogo con los huelguistas, aceptando gran parte del petitorio que estos exigían.

Qué distinta fue su posición a la que verían cuatro años más tarde, en 1907, los mineros del salitre, cuando como consecuencia de otra huelga por mejoras laborales y salariales, 3500 pampinos fueron acribillados a balazos frente a la Escuela Santa María de Iquique, ahí, al frente de donde descansan los restos de la Esmeralda. En esa ocasión se trasladó un barco desde Valparaíso con tropas para repeler a los huelguistas y sus familias. Este barco se llamaba “Esmeralda”, que recogió el nombre de la otra Esmeralda, aunque no su honor. Y este barco llevaba aquella ametralladora que se rescató del Huascar y ella se usó, entre otras armas, para asesinar a cerca de 3500 pampinos con sus familias. Entre ellos algunos sobrevivientes, compañeros suyo, don Arturo, del combate naval de Iquique.

Su accionar en beneficio de los obreros, en razón a sus justas aspiraciones y necesidades le costó la antipatía de sus superiores. Con fecha  22 de abril de ese mismo año fue destituido de su cargo y transferido a otra repartición, como sanción que le imponía el Jefe de la Armada, almirante Jorge Montt. Desde ese momento comenzaron una serie de censuras y represiones en contra suya, para luego extenderle su cédula de retiro temporal, después de 31 años de servicio. Su retiro definitivo de la Armada fue el año 1916.

Ya en la vida civil, usted dedicó su esfuerzo al desarrollo de organismos sociales de instrucción; fundó escuelas nocturnas para obreros, y organizaciones que se dedicaran a erradicar el alcoholismo en los trabajadores, entre otras actividades.

Don Arturo, y perdone que no lo trate de almirante, pero me cargan los títulos militares y todo su clasismo, al igual que a usted, sabe que la Historia Oficial la escriben los vencedores. Usted no perteneció a ese mundo clasista de la oligarquía militar, sino que, por el contrario, estuvo al lado de su Pueblo, de los postergados. Sus amistades no estaban en ese mundo, sino que con quienes compartían sus ideales, entre ellos, la Gabriela Mistral y algunos líderes anarquistas. Su nombre se pierde en los textos de historia tratando de ignorar, y que ignoremos se legado. De usted hoy queda su nombre en un club deportivo, allá en Concepción.

Usted en el año 1897 impulsó la fundación del Club Deportivo Ferroviario Internacional en la ciudad de Concepción, institución antecesora que agrupaba a los trabajadores de la Maestranza de los Ferrocarriles del Estado residentes en la ciudad. Como reconocimiento a su gestión como interventor en la huelga de los trabajadores marítimos y portuarios en Valparaíso, cuando ignoró las órdenes de asesinar a los trabajadores en huelga, el club Internacional decidió, el 15 de junio de 1903, cambiar su nombre a “Club Deportivo Ferroviario Almirante Arturo Fernández Vial”. Y este fue un homenaje de su Pueblo, don Arturo.
Hoy el Vial no anda muy bien que digamos, deportivamente, don Arturo. El año 2008 el Wanderers, con pena, lo mandó a la tercera división del fútbol chileno, donde se mantiene hasta ahora. Pero igual es un club enraizado en el pueblo. Con una hinchada que lo usó como estandarte en la lucha contra la dictadura. “El Vial unido jamás será vencido” era su grito de guerra entonces. Porque ser del Vial era ser de izquierda.
Estamos a las puertas de un nuevo 21 de mayo. Habrá desfiles en las calles y discursos hipócritas, como siempre, de los mismos de siempre. Se intercambiarán medallas en sus trajes engalanados, unos y otros, sobre la tumba donde descansan los restos de algunos de los muertos, compañeros suyo, en aquella gesta heroica. En sus discursos destacarán, como lo hacen cada año, el heroísmo de Prat y sus oficiales, que bien merecido se lo tienen, pero de usted no se acordarán. No importa, don Arturo, porque homenajes de estos héroes de juguete, no tienen ningún valor. Mientras el Vial siga vivo, usted permanecerá en el recuerdo de su pueblo. Y ese es el mejor homenaje.