jueves, 13 de diciembre de 2012


…. Y otra vez se acaba el Mundo

Por: Jorge Rubio
  
Diversas interpretaciones sobre el calendario y las escrituras mayas, sugieren que la hora final está cerca, que el tiempo de este mundo acabaría, en algún momento,  entre los días sábado 21 y lunes 23 de diciembre de 2012. Querásmolo, o no, estos anuncios apocalípticos, de alguna manera, logran inquietarme.

En un momento de aquella noche, de ese día en que me puse a escribir este artículo, me asomé a mi ventana a contemplar la luna que se mostraba egoísta con su media figura dorada, rodeada de ese enjambre de luces infinitas que nos regala cada día el Universo, y me pregunté a mí mismo: para qué escribo este artículo, si con la “demora normal” con que salen los números de esta revista, bastante después del “dead line”, para cuando la saquen ya no habrá nadie en este mundo, no habrá nadie para que lo lea y, lo más terrible, tampoco habrá nadie que la edite. Estaremos todos en el más allá, o en el más acá, no lo sé, lo concreto es que no estaremos. Y todo por culpa de los mayas.

Con una herencia cultural de hombres notables, incluyendo miles de pirámides y templos, y un calendario que se ha demostrado ser astronómicamente exacto sobre millones de años, se considera ampliamente que la tradición maya es una llave mística al alma universal.
Los Mayas desarrollaron un complejo sistema matemático que sincronizaba, prácticamente de una manera perfecta, su forma de medir el tiempo con el año solar, no relacionando, por ende, su medición del tiempo con los ciclos lunares ni tampoco con las estaciones, como lo hacemos actualmente.

Este calendario logró predecir y guiar con exactitud la vida de los mayas, de hecho convivían tres tipos de calendarios: uno para uso religioso, otra para uso civil y otro que llevaba la cuenta desde el inicio de la civilización hasta el fin del mundo, supuestamente. Y este es el calendario que termina el 23 de diciembre del 2012, algo que ha motivado que varios grupos esotéricos, y otros no tan esotéricos, comiencen a prepararse para el fin del mundo, tal como lo conocemos, para ese día. Pero me asalta una duda, como decía aquel personaje de la Tv chilena: ¿Cuántas veces se ha dicho que se va a acabar el mundo? Porque esta tonterita de que se acabará el mundo la vengo escuchando desde que era un niño, y de eso ya han pasado varios lustros. Vamos viendo algo de la historia de este cuento:

Comencemos remontándonos al año 634 (a.d.n.e., o sea, “antes de nuestra era”; bueno, para los creyentes a.d.c., “antes de Cristo”).  En la antigua Roma creían que, en algún momento de ese año, la ciudad sería destruida, 120 años después de ser fundada.

Durante el año 500 (d.n.e), San Hipólito, uno de los teólogos más importantes del siglo III, vaticinó que Jesús retornaría al mundo ese año, y ello acarrearía, por cierto, que sólo los creyentes se salvarían de la debacle por venir. Otra cosa que no entiendo es por qué cada vez que se anuncia la nueva venida de Jesús, éste trae aparejada a su llegada la destrucción de la humanidad. No será por venganza, digo yo.

En el año 1600, d.n.e., el padre de la Reforma Protestante, Martín Lutero, predijo que el mundo se acabaría antes de finalizar ese año, basado en sus estudios (¿?).

En el año 1658 hasta don Cristóbal Colón se aventuró a decir que la humanidad terminaría antes de ese año. Basaba su anuncio en que el mundo habría sido creado en el año 5343, a.d.n.e. y que éste duraría menos de 7000 años.

En el año 1719, el matemático suizo Jacob Bernoulli señaló que un cometa destruiría nuestro planeta el 5 de abril de ese año. Muchos años después esto mismo escuché cuando pasó el cometa Halley.

En el año 1892, tomando como base la investigación que se hizo en Egipto en la gran Pirámide  de Giza, el astrónomo italoescocés Charles Smyth vaticinó que entre los años 1892 y 1911 ocurriría la segunda llegada de Jesús, otra vez,  y por cierto, previa barrida de todo lo pecaminoso.

Más fresco en la memoria, en el año 1997, el líder de la secta religiosa “Puerta del Cielo” convenció a 38 de sus seguidores para que se suicidaran el día 26 de marzo de ese año. Según él, había una nave espacial extraterrestre oculta y la única forma de salvarse  era quitándose la vida (¿?). Y más fresco aún, en el año 2000, para el cambio del milenio, se anunciaba un supuesto desastre informático que alteraría el orden mundial.

Año 2012. Ahora, muchos creen que el fin de la humanidad ha llegado porque interpretan el nuevo ciclo del calendario maya como un presagio de nuestro último día. Y que conste que en este rápido recuento de anuncios apocalíptico no mencioné los diversos anuncios que hizo en Chile el astrónomo de Villa Alemana, don Oscar Muño Ferrada.

Pero veamos qué dicen los agoreros de ahora sobre cómo se acabará el mundo:

Nos chocará un asteroide
Una de las teorías, quizás la más recurrente, habla de un gran choque de un asteroide con nuestro planeta. Aquí surge otra de las dudas que me asaltan: Yo me pregunto, si la Tierra es redonda y se llama “Planeta”, si fuera plana, ¿se llamaría “Redondeta”? Esta teoría cuenta de un choque de la Tierra con un planeta, hasta ahora desconocido, Nibiru o Planeta X. Ante esta teoría, responde la NASA: “Un planeta así en  nuestro sistema solar habría sido conocido desde hace mucho tiempo, gracias a la observación directa por infrarrojos o por las perturbaciones gravitacionales en otros objetos. Además, y esto es lo más contundente,  a estas alturas, ya lo tendríamos encima y sería perfectamente visible a simple vista.

Vendrán tres días de oscuridad.
La profecía más recurrente de estos meses, los tres días de oscuridad, se entrelaza con varias teorías científicas y religiosas como las tormentas solares, los secretos de Fátima, el calendario maya y otras predicciones que culminan su espiral ascendente en el 2012.
Supuestamente, durante tres días la tierra descansará, en un profundo sueño de 72 horas a la espera de un nuevo sol.

Este anunciado fenómeno une a continentes, religiones y épocas, aglutinando la visión de diferentes culturas y religiones. Existen 12 premoniciones, versiones científicas, y secretos esotéricos en torno a esta temible profecía, desde la princesa japonesa Kaoru Nakamaru, hasta Nostradamus.

“Hoy se acaba el mundo”, anuncia un grupo evangélico.
Un grupo cristiano evangélico estadounidense que se denomina Family Radio, gastó cientos de miles de dólares en una campaña internacional para advertir que el día 21 de mayo era el Día del Juicio Final. En su página web, este grupo anunciaba que en la hora cero habría un gran terremoto mundial que provocaría varios meses de caos en la Tierra.

Según explicaron, llegaron a la conclusión de que el fin del mundo se produciría el 21 de mayo del 2011, esto tras estudiar la Biblia y porque es exactamente 7.000 años después de que Noé se salvase del Diluvio Universal. A mayor abundamiento, ese era el Día del Juicio Final, según ellos. Lo garantizaban.

“… y vendrán les extraterrestres”.
Otra de las teorías habla de una invasión de naves extraterrestres que ya vienen viajando con rumbo a la Tierra, de las cuales, dicen algunos más aventurados, algunas ya estarían dejándose ver, anunciando la inminente destrucción total de la humanidad. Esta fecha, en todo caso, está en el inconsciente colectivo. De hecho, en la serie estadounidense Archivos Secretos X, se pronostica una invasión de extraterrestres, precisamente, para este año.

Al final, ¿que nos quedará de esto? Como dicen los que realmente saben: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Con tanto anuncio apocalíptico, poco importan los fundamentos para tales aseveraciones, lo más importante para los proponentes del fin del mundo, son las ganancias que ya está dejando en sus propias arcas. En este mísero mundo, lleno de desastres, todo lo que necesitan es desatar el temor en las mentes de una parte de la población que sucumbe, fácil e ingenuamente, ante tales anuncios, y se ve arrastrada a ninguna parte.
El presagio de los mayas acerca del fin del mundo ha resultado un verdadero negocio para algunas empresas que ofrecen refugios paras sobrevivir a la catástrofe por llegar. Desde bunker subterráneos, hasta tubos metálicos con todo lo inimaginable en su interior: agua que dura cinco años, comida deshidratada que dura veinte, fósforos submarinos, pedernales o chispero mineral, recicladores de agua, parafina sólida, linternas a manivela, capotas de aluminio, lentes anti UV, baños secos, cuchillos con dientes, mochilas para sobrevivir tres días en cualquier condición, además de una serie de elementos de sobrevivencia más elementales.

En México, la Dirección de Turismo espera para esa fecha una invasión de un millón de personas a cuanta piedra con aire maya encuentren a su paso: esotéricos, ufólogos, anticristos, hippies… y también suicidas.

Los escépticos

La joven arqueóloga Macarena López es la única chilena capaz de descifrar la escritura  maya y leer sus textos. Pertenece al pequeño grupo de 30 o 40 epigrafistas mayas en el mundo. Estudió en México y proseguirá en España con la eminencia de ese lenguaje pictográfico, Alfonso Lacadena.

Ella habla de 2012 en otro sentido. Las profecías que escribieron los mayas en sus muros y pirámides eran propaganda política. Pensaban que la historia se repetía una y otra vez en ciclos. Entonces, si un rey mandaba a retratar cataclismos, inundaciones o sequías que ocurrieron en su periodo, les estaba advirtiendo a los reyes siguientes que cuando se repitiera esa misma fecha en el calendario, hicieran ritos para cambiar su destino. 2012 no era una fecha importante para los mayas –dice Macarena–. Si no, estaría por todas partes, como otras que sí se repiten de guerras, coronaciones o desplazamientos. El único monumento que habla del 2012 es la Estela de Tortuguero, en Tabasco, México.

El astrónomo Eduardo Unda tiene una pequeña colección de libros que anuncian el fin del mundo. Tiene uno de los Testigos de Jehová que anunciaba el fin para 1976. Otro de Boris Cristoff para 1983. En 2000, varios autores. Otro anuncia el Apocalipsis para el 21 de octubre del 2011.

Unda es miembro de la Asociación de Escépticos, un club donde participan una veintena de profesionales de distintas áreas, aficionados a la ciencia. Se reúnen en cafés y tienen una página web donde denuncian a charlatanes, falsos profetas o productos mágicos de la tv. También dan charlas sobre astronomía, desafíos de la genética, biología y otros temas. Los libros de 2012 todavía no los tiene porque, dice, “están muy caros”. Si todo va bien, en 2013 los comprará en liquidación.

Pero, no obstante estos argumentos en contra de la debacle anunciada, me persigue esta duda, que me atormenta: ¿Y si pasara algo?, me pregunto. Porque, claro, yo no creo en brujos, pero  que los hay, los hay.

Así que volví a contemplar el cielo estrellado, buscando alguna señal, algún indicio que me dijera que algo está por pasar, y lo único que logré fue perderme en la inmensidad del infinito. Y aunque no tuve respuesta desde arriba, como la tuvo Noé, la respuesta me llegó desde abajo,  la encontré en mi interior. Desde el fondo de mi alma escuché una voz que me dijo:
-“Por si acaso, ¡prepárate!”.
- ¡Aleluya…aleluya… aleluya!, exclamé yo. ¡Ahí está la respuesta!

Y aquí estoy. Me estoy haciendo mi propia arca. Claro que no tan grande como la otra, esa que hizo Noé. Lo primero que pensé al esbozarla fue el costo de los materiales, por lo que decidí construirla de un tamaño más bien pequeño, para no incurrir en gastos mayores. No me quedó muy bonita, lo importante es que flote, ojalá, unos cuarenta días .Uno nunca sabe.

Y ahora se me viene el problema: ¿a quién meteré en esta arca para salvarlo del diluvio? Porque tendré que hacer una selección. A mi arca no entrará cualquiera. Mi arca no es chacota.

Respecto de los animales, haré una selección más exhaustiva, eso sí, ni perros ni gatos. Esos me tienen chato con tanta mugre que van dejando a su paso. Donde piso, un mojón de alguno de estos bichos. De la familia, afortunadamente, la mayoría está fuera de Chile, por lo que no son mi problema. Ellos se las arreglarán por su cuenta.

Recuerdo que en los concursos de belleza una de las preguntas más recurrentes que se les hace a las concursantes, aprovechando su alto grado intelectual, es a qué personaje dejaría vivo en caso de un eventual fin de la humanidad. Y yo me hice la misma pregunta: ¿A quiénes dejaré subir a mi arca, y a quiénes no?

He aquí mi selección:
  •  A Fidel Castro, lo dejaré subir, y en su nombre, también al Che Guevara, y en nombre de todos los combatientes. Por su lealtad al Pueblo y por su consecuencia. Y con ello preservo la memoria de todos aquellos que entregaron su vida por una causa justa.
  • A la folclorista chilena Margot Loyola, también la dejaré subir,  y con ella, la memoria de su comadre, Violeta Parra.
  • Al escritor chileno Pedro Lemebel, y con él la memoria de los escritores del Pueblo y para el Pueblo. También con él suben todos aquellos, hombres y mujeres, que supieron asumir su condición de vida, sin complejos.
  • A Barack Obama no lo dejaré subir, por traicionar los sueños de tantos, y por continuar la línea de sus antecesores en la agresión permanente al pueblo palestino.
  • A Nelson Mandela, por su eterna lucha contra el apartheid, y con él subirán Rigoberta Menchú, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, y todos los defensores de los Derechos Humanos.
  • A Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, no lo dejaré subir. Ya tenemos varias cucarachas a bordo.
  • A Michel Bachelet, ex presidente de Chile, si viene sola, la dejo subir; ahora, si viene con sus malas juntas, se queda abajo.
  • A Mahatma Gandhi, el gran reformador social y religioso, y defensor del nacionalismo indio, que por supuesto tiene un  cupo reservado.
  • A Joseph Ratzinger, más conocido como el Papa Benedicto XVI, no lo dejaré entrar, por ser el cura que se destacó, en su cargo en el Vaticano, por proteger y ocultar, durante años, a tantos curas abusadores de niños, en todo el mundo.
  • A los jugadores del Wanderers los dejaré subir, para preservar el buen fútbol  después de la hecatombe.
  • Y por último, unas últimas palabras a los cabros y chiquillas del KABEZANEGRA: mi arca es muy pequeña. Ustedes se pasarían todo ese tiempo a la deriva en puros asados y chinganas, y para eso no tengo espacio. Por lo tanto, arrepiéntanse, hermanos, y traten de descansar en paz.
 Así sea.


La semana del perro ausente


Por: Patán Zamoransky
Foto: Marco Orihuela

El miércoles de la semana pasada vi una niña triste en el pasillo de la escuela, me senté a su lado y me contó que su perro había fallecido, me mostré comprensivo ante su dolor y conversamos acerca del amor hacia nuestras mascotas y la tristeza de las partidas de nuestros amigos animales y la nena sonrió levemente cuando le señalé que su perro estaba en el cielo. Al día siguiente me llamó: “Pato, får jag prata med dig? –me acerqué y me contó que su perro había muerto, le dije que lo sentía, que yo una vez había tenido un perro llamado Martín y que conocía su sentir. El viernes me topo con la niña de nuevo, me relató todas las gracias que su perro ausente había hecho en vida, y eran varias, y era viernes, y yo me quería ir para la casa. El fin de semana trabajé extra como los chinos en el camino del ferrocarril y hoy lunes un montón de colegas faltaron por enfermedad o por hacerse los enfermos o porque la nieve les cerró el paso y los alumnos estaban especialmente agitados y aparte de eso habían diez colegiales de visita y faltaba que se columpiaran de la lámpara y nada parecía funcionar y aparte tengo problemas con el banco y cuando estoy que me pongo a llorar me aparece la nena del perro muerto que a estas alturas debe estar mumificado como un higo seco y enterrado tres metros más abajo que Franco y la niñita linda me cuenta que se le murió el perro y a mí si no me dieron ganas de tirarla por la ventana es poco y ella me mira la cara y me pregunta si también me da pena lo de su perro y yo le contesto que sí y que se compre un perro chico que esos duran como veinte años (así pa’  cuando se le muera otro perro yo voy a estar bien lejos, ojalá en Chile y en un terreno lleno de paltas). Hoy cuando voy camino a casa leo en el celular las últimas noticias del día, en todo el sur de Estocolmo se ha cortado la luz, 81.000 hogares a oscuras, ojalá no afecte la calefacción en este día de quince grados bajo cero. Llego cansado a mi barrio ubicado en la punta de unos cerros, el bus se adentra en la noche y me bajo cuando las puertas dejan entrar un viento helado, el bus se lleva la luz y me quedo contemplando la magia de la nieve en lo oscuro y su manera de tratar a los árboles, ando abrigado como astronauta así que salgo a caminar, quizás cuándo vuelva a contemplar una noche de verdad, el viento sopla. Cuando llego a casa mi mujer me está calentando un guiso de pollo con las velas , le tomo una fotografía a la cacerola, a mi celular aún le queda batería, me siento en el sillón y me quedo profundamente dormido hasta que la electricidad vuelve sin que la llamen, me despierto y me percato de que soy un ser humano en problemas porque al cambiarme de banco mi sueldo se fue para Dios sepa dónde y me he quedado sin pagar las cuentas y a merced del mal trato del sistema imperante. Me tomo una pastilla para dormir y me voy a la cama, despierto una hora más tarde de lo acostumbrado, mi celular no me despierta, no anda como debe, la semana pasada lo tiré contra la pared, llego atrasado al trabajo, hoy es martes y la temperatura sube a doce bajo cero, ando callado, no hablo, en el pasillo está la niña del perro muerto, abre su casillero y me muestra una medalla y una copa obtenida en un torneo de natación, se corre el cabello y diviso su audífono, la felicito por sus triunfos y entro a mi oficina, yo también me estoy quedando sordo y a veces confundo las vocales y las consonantes y no me atrevo a preguntarle a la gente si me están ofendiendo o saludando, no siempre sucede, solo a veces, la semana pasada me tomé una botella de vino blanco y me compré una aplicación en el celular para medir la audición y el resultado en la pantalla decía que debería ir al doctor porque escuchaba mal, entonces tiré el telefono contra la pared, dejar de escuchar a la gente no es una desgracia pero no escuchar silbar al viento sobre los árboles nevados debe ser como estar ciego y no poder sentir con la yema de los dedos la red que nos une con los seres del bosque, mi celular no me despierta como me despertaba Martín, mi perro flaco, en las mañanas de los años ochenta, a langüetazos en la cara. Tuve un quiltro llamado Martín, cuando murió, mi padre agarró un chuzo y cabó una tumba a los pies de un limonero y de cuando en cuando se apoyaba en el árbol y hacía una pausa, yo lo observaba desde la ventana, nunca antes había visto llorar a mi padre. Hoy es el martes de otra época y sin embargo los perros ausentes siguen corriendo al lado nuestro, comprendo a las niñas solitarias, es tremendo perder a un amigo perruno, mi teléfono suena, es mi mujer, me dice que llegó un cheque con mi dinero, respiro aliviado, podré pagar mis cuentas y el sistema no tatuará en mi frente la condena. Al llegar a casa destapo un vino y escucho jazz, me estoy haciendo viejo y no sé por qué pero me satisface envejecer.