martes, 17 de mayo de 2011



NAVEGANDO EN LA CUNA

La prirnera casa que habité de recién nacida estaba en la calle Cancha Rayada, en el barrio Forestal de Viña del Mar, frente a la casa en que vivían mis abuelos. En este barrio habían vivido mis abuelos con sus hijos, primero en una casa construída por mi abuelo y, cuando posteriormente se vio obligado a venderla, arrendaron aquélla en Cancha Rayada.

Esa cercanía permitía que mis abuelos me regalonearan muchísimo. Todos los días iban mis padres a almorzar con ellos y, en la noche iba mi abuelo Sixto a nuestra casa, para asistir a la ceremonia de mi baño. Como yo era muy pequeñita - pesaba sólo dos kilos y medio - a mi madre le daba miedo incluso tomarme, creía que yo me resbalaría de sus brazos; asi que fue mi padre quien - con mucho gusto - asumió la tarea de bañarme: con una mano me tomaba y con la otra me jabonaba, mientras mi abuelo presenciaba la escena con gran alegría.

Los primeros pañales también los lavó mi padre, porque mi madre estaba muy débil; pero él se sentia tan contento en su rol de papá, que lo hacía sin problemas. Contaba yo con sólo unos días de vida, cuando mi padre salió conmigo “en brazos”, para presentarme a todos sus amigos. Mi madre le dijo que estaba chiflado*, pero éi le replicó que estaba orguiloso y feliz de su hija y quería compartir su felicidad con todos... Su alegría no tuvo límites cuando le dijeron que yo me parecía a su Margarita, mi madre.

Llegó el Invierno y ese año fue muy lluvioso. Nuestro hogar estaba en la planta baja de la casa; una noche se despertaron mis padres con mi llanto y creyeron que era lo de siempre: que yo lioraba para que me tomaran en brazos (a ello me había acostumbrado mi padre)... Pero, esta vez era algo más serio, yo estaba “navegando en mi cuna”, había ilovido tanto que nuestro hogar estaba totalmente inundado y mi cuna, conmigo adentro, estaba flotando en el agua... Esa fue mi primera “navegación”...

1. chiflado. = estar chalado, perder el juicio.

lunes, 16 de mayo de 2011

Acumulación de bienes y el estatus en la sociedad


"nuestra capacidad de tener tiene límites, pero nuestro deseo de tener no tiene límites”

José Mujica


Por:Jorge Rubio

Con la modernización de la Sociedad aparece el deseo de la acumulación de bienes, si bien es cierto muchos de ellos necesarios en el diario vivir, otros, en cambio, resultan ser prescindibles y su adquisición sólo busca establecer un estatus en la sociedad. Y entonces la persona se envuelve en esta vorágine hasta convertirse en esclava de las cosas, donde no hay límites porque ya nada le es suficiente ni le satisface, hasta convertirse en un individuo que se deja llevar sólo por la vanidad y la codicia, habitante de este mundo materialista donde la corriente la impone la sociedad consumista.

Vivimos en una sociedad envuelta en su propio egocentrismo que supera nuestra capacidad hasta afectar nuestras conciencias y asumir proyectos de vida ajenos, que nos amarran.

Los proyectos de vida así planteados, por lo general, se muestran lejanos, inalcanzables, sumamente difíciles de completar. A medida que se va descendiendo en la escala de la clase social, vemos que los que mayormente sufren este fenómenos son aquellos que se ubican al borde de los clasificados como pobres, pero lejanos aún de los denominados clase media. Y mucho más lejanos aun de aquellos con los que se quieren sentir parte. Son aquellos que en el caso de Chile, por ejemplo, forman parte del 54% de los trabajadores que ganan menos de 300 mil pesos mensuales.

Hoy, el problema mayor de los trabajadores chilenos ya no está representado por las reivindicaciones laborales, ni salariales, ni de la seguridad en el trabajo. El problema principal de ellos es el endeudamiento.Hombres y mujeres que viven mirando más allá, enajenados por lo que tiene el otro, de su vecino, de su propio hermano. Presas fáciles de las grandes tiendas con sus carnavales de ofertas y tentaciones baratas. Hombres y mujeres de los inicios del siglo XXI drogados por modas, placeres y necesidades artificiales.

Consumismo y pobreza van de la mano, conviven en un mundo real y enormemente desigual, donde no se ven señales que muestren alguna voluntad para fijar políticas que regulen esta anomalía social y que pongan un freno y eviten el consumismo de unos mejorando el nivel de vida de quienes más lo necesitan. El consumo indiscriminado está tan arraigado que se ignora por la mayoría que es el resultado de procesos conscientemente planificados, dirigidos, principalmente, a un cierto grupo social, en áras del mero lucro empresarial.

La clase de los consumidores presenta características que convergen en un cierto punto en común, donde comparten un modo de vida y una cultura cada vez más uniforme, donde los grandes supermercados y centros comerciales aparecen como el camino a la Meca de cada día.

La sociedad consumista proyecta sobre los individuos modelos de vida que no están al alcance de todos, y aquel que no es capaz de subirse a este carro termina por ver esto como un fracaso personal, una frustración de sus expectativas de vida, lo que lleva al sujeto a caer en un estado depresivo y luego busca en ello un consuelo a la miseria cotidiana que lo obligan a vivir.

Si la sociedad globalizada no incluye el rescate de los sanos valores, se continuará así atentando la conciencia de los hombres y mujeres y su propia identidad.